La relación entre literatura y política, o intelectuales y política, siempre transitó por caminos sinuosos. Moreno, Lugones, Marechal, Borges, Walsh o el propio Horacio González pueden dar cuenta en el terreno local de las tensiones que se presentan entre sus producciones como escritores, sus posiciones como sujetos y los contextos desde los cuales hablan y son hablados.
En los últimos días, la invitación al Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, para que dé el discurso inaugural de una nueva edición de la Feria del Libro, y la posterior carta del director de la Biblioteca Nacional solicitándoles a las autoridades de ese evento que revieran la posibilidad de que el autor de La ciudad y los perros funcione como anfitrión y editorialista de la muestra suscitó una serie de discusiones y controversias. Malentendidos solamente disipados –al menos parcialmente– por la oportuna intervención de la Presidenta de la Nación comunicándose con el propio González para que retirara su carta con ese pedido inconveniente, cosa que éste hizo dignamente y con un encomiable sentido colectivo de pertenencia.
En los últimos días, la invitación al Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, para que dé el discurso inaugural de una nueva edición de la Feria del Libro, y la posterior carta del director de la Biblioteca Nacional solicitándoles a las autoridades de ese evento que revieran la posibilidad de que el autor de La ciudad y los perros funcione como anfitrión y editorialista de la muestra suscitó una serie de discusiones y controversias. Malentendidos solamente disipados –al menos parcialmente– por la oportuna intervención de la Presidenta de la Nación comunicándose con el propio González para que retirara su carta con ese pedido inconveniente, cosa que éste hizo dignamente y con un encomiable sentido colectivo de pertenencia.
Que Vargas Llosa –un referente de la derecha más rancia del continente– utilizará sus títulos literarios y su reciente Premio Nobel para pronunciar seguramente un discurso contrario a los intereses populares, es lo más probable.
Que la Feria del Libro, más allá de las grandes corporaciones editoriales que la patrocinan, es un lugar entrañable para muchos que pasamos los cuarenta es también válido; quizá, por eso mismo, imaginar la escena de inauguración de esta feria 2011 de esta forma duela más de lo necesario, es igualmente cierto.
Pero debemos entender que esta vez –quizás una de las pocas veces– la herramienta que utiliza el neoconservadurismo para expresar su posición es legítima. ¿Cuántas veces García Márquez, amparado en pergaminos similares aprovechó foros ajenos para criticar el bloqueo norteamericano a Cuba o defender alguna justa causa latinoamericana?
Que los propósitos sean mejores en esta discusión es casi una anécdota. Tampoco alcanza con el argumento de las críticas sobre la historia y los intereses que se esconden y se mueven detrás del Nobel cuando hace apenas unos meses deseábamos genuina y militantemente que el de la Paz del año pasado se lo otorgaran a la querida Estela.
La intervención de la Presidenta reproducida –incluso con elogios algunos tan interesados como inesperados– por los periodistas de los grandes medios pareció dejar fuera de juego la interpretación propia de los acontecimientos. La celebración de Marcelo Longobardi a Cristina se oía “raro” hacía ruido.
Sin embargo, las palabras de la jefa de Estado sonaban contundentes, interpelaban a la militancia política, social y cultural desde otro lugar del que la decodificaban los formadores de opinión hegemónicos. Y a pesar de eso, no lográbamos darle la dimensión adecuada a sus conceptos.
Aquellos que militamos la nueva Ley de Servicios Audiovisuales, debemos reconocer que las mayores dificultades que tenía (y tiene) esa pelea consiste en desarmar la naturalización de cierta escena montada por la prensa dominante, que combina en un único acto: empresas periodísticas supuestamente asépticas con periodismo supuestamente independiente enfrentando la voracidad de la mirada y la intervención estatista.
Con Vargas Llosa la situación es completamente distinta. Sale a defender los intereses de un capitalismo anacrónico, con miradas binarias y superficiales lejos de entender los distintos niveles de complejidad que tiene el proceso latinoamericano actual. Confronta abiertamente. Es un militante de la reacción.
Bienvenidos, los Vargas Llosa. Que la derecha vernácula tenga que organizar su discurso mediático opositor alrededor del episodio Feria del Libro 2011 habla de su debilidad política y cultural. No de su fortaleza.
Que la historia de Elvira-Mamaé de la señorita de Tacna o la leyenda del irlandés Roger Casement en El sueño del celta, criaturas apasionantes y en algún punto transgresoras, merecieran otro comportamiento de su padre en la vida real, eso es, decididamente, parte de otro capítulo.
En Página/12 de hoy, miércoles 9 de marzo de 2011.
Pablo Castillo. Psicólogo y Magister en Comunicación (UNLP).
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