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sábado, 3 de septiembre de 2022

MEMPO GIARDINELLI Los discursos de odio y el atentado a CFK



     He sido compañero de redacciones y amigo de muchos de ustedes, Leuco, Majul, Rossi, Lanata y muchos más, y hoy, a minutos del atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quiero manifestarles mi más profundo y sincero desprecio por su miserable comportamiento periodístico de los últimos años, sembrando odio y resentimiento, fabricando mentiras, inventando patrañas y azuzando a una sociedad que sólo necesitaba –y necesita– paz, democracia y serenidad.

     No los maldigo, pero sí los señalo públicamente y si dependería de mí los condenaría a sufrir el desprecio de una sociedad que ustedes contribuyen día a día y hora a hora a exacerbar.

     Después de alcanzar cimas de prestigio periodístico que dilapidaron supongo que por dinero –ya que hoy todos ustedes son millonarios– en mi opinión son apenas unos pobres infelices y yo quiero decirles que lo son.

     E incluso sumo a ustedes, para más degradarlos, a quien se apellida Reato y acaba de decir en la telebasura que este atentado "claramente es positivo para Cristina". Dicho en el mismo tono casual con que ustedes cacarean que "evidentemente fue un gran susto, pero muy relevante para ella", mientras que otro despreciable añade, como al pasar, que "es cierto: esto es importante para sus expectativas electorales".

     Hasta ahora, y por años, se han soportado en silencio todas sus mentiras, todas sus invenciones, todas sus exageraciones, todas sus sospechas infundadas y toda la vulgaridad de vuestras violencias verbales y mentiras sistemáticas. Ese miserable mecanismo, estoy diciendo, de gente que al perder toda decencia se presta –como ustedes se prestaron, y sin retorno– a celebrar toda la verdad y del orden constitucional, mediante el repugnante oficio de lamerle el trasero a la dizque Justicia infame que padece mi Patria.

     Ex amigos, ex compañeros, ex colegas: es inútil, y mentiroso, que en esta emergencia pretenden parecer moderados y como objetivando un caso que en el fondo ha de frustrarlos, inconfesadamente, porque el sicario no enviado modificado matar a la vicepresidenta.

     Escribo y sostengo que la Patria, mi Patria, está en esta emergencia feroz por culpa de ustedes. Yo los acuso y me arrepiento de haber creído en ustedes alguna vez. Y de haber sido sus amigos. Y de haber compartido el sagrado oficio de informar, comunicar, ser veraces y formadores de opinión. Todo eso que traicionaron a ustedes y encima por dinero, como presumo, que es la más infame de las inmoralidades.


En Página/12 del 2 de septiembre de 2022.- 
Mempo Giardinelli (Resistencia, Chaco, Argentina, 2 de agosto de 1947) / 

jueves, 3 de marzo de 2011

Mempo Giardinelli y Vargas Llosa en la feria porteña

UNA TRAMPITA O POCO CUIDADO


En estos días se discute, en diversos ambientes vinculados con la literatura y la industria del libro, la invitación a Mario Vargas Llosa para que inaugure la Feria del Libro de Buenos Aires este año.

El más reciente Premio Nobel de Literatura es un grande de las letras latinoamericanas, maestro de por lo menos dos generaciones y no sólo en Perú y aquí, sino en el mundo entero. Debiera ser considerado honrosísimo y muy oportuno que una personalidad tan destacada venga a la Argentina a abrir nuestra feria mayor, seis meses después de haber sido galardonado en Estocolmo.

Sin embargo, esta vez es absolutamente cuestionable que se lo haya invitado a dar el discurso inaugural. Porque se trata, cada año, de un discurso político. Lo cual debería imponer un extremo cuidado a los organizadores, a la hora de invitar a quien lo pronuncie. Y eso es lo que no ha habido en este caso. Por eso estuvo bien Horacio González en su carta, como estuvo bien la Presidenta después. Pero caben otras consideraciones.

La posición política e ideológica de Vargas Llosa es conocida en todo el mundo como propagandística del más dogmático neoliberalismo; por lo tanto es desaconsejable invitarlo a abrir la Feria, pero del mismo modo que sería desaconsejable invitar a cualquier representante dogmático de cualquier otra posición doctrinaria. Esa es la cuestión central de este episodio.

Es cierto que el maestro Vargas Llosa hace menos de un año anduvo haciendo y escribiendo declaraciones muy agresivas acerca de nuestro país, nuestros gobiernos y nosotros los argentinos. Fueron declaraciones no sólo provocadoras sino también, y por decir lo menos, desinformadas y prejuiciosas; injustas y gratuitas.

Nada de eso ameritaría distinguirlo, por lo tanto. De donde invitarlo a abrir la Feria magna de este país y este año es, y otra vez por lo menos, un error. Y una tontería si fuera una decisión ingenua, que no es lo que parece. Porque alguien –ignoro quién o quiénes– parece haber buscado que esta feria, en año electoral, sea una piedra en el zapato del Gobierno.

Y eso es lo irritante. Porque pone a la Presidenta en un lugar gratuitamente incómodo. Si asiste, se comerá un discurso ofensivo, desinformado y provocador. Y si no va, quedará colocada en un lugar de cobardía.

Peor aún: si va y escucha y no responde, acabará contrariada. Y si va y escucha y responde (que es lo más probable), entonces la prensa española y la prensa argentina neocolonizada la despedazarán diga lo que diga.

No hay salida. Y ahí está la trampa.

Por lo tanto, el problema no es el Premio Nobel Vargas Llosa, cuya consagración fue irreprochable porque en él se premió una estética literaria moderna, innovadora, original y escrita en los márgenes de la civilización imperial. El se prestará a este juego por afinidad ideológica, y porque más allá del enorme narrador que es, también es un cruzado neoliberal, de esos que se espantan ante cualquier gesto o corruptela kirchnerista, pero a Menem le toleraron sin chistar que nos rifara el país, el petróleo, los ferrocarriles, los puertos y la mar en coche.

Pero si el problema no es Vargas Llosa –que ya que fue invitado debe venir, y hablar, y decir lo que se le ocurra, que es lo que corresponde en un país democrático y en el que sí impera la libertad de expresión–, entonces el problema son las autoridades de la Feria del Libro. Obviamente no todas, porque conozco esa institución a la que respeto desde hace años. Pero alguien ahí, no sé si una interna o algún dinosaurio/a extraviado, ha jugado esta baza inteligente: es difícil, casi imposible oponerse a la idea de un último Nobel, y además latinoamericano, para abrir la Feria.

Me parece, pues, que simplemente habría que repudiar esta invitación si él viene a pronunciar un discurso político (lo que me parece altamente probable). Y habría que aplaudirla si viene a dictar una conferencia magistral sobre Literatura, materia en la que es docto como pocos y sin dudas deleitará al auditorio. Sería bueno que se conozca desde ahora el título de su discurso, aunque es obvio que luego el maestro Vargas Llosa dirá lo que se le antoje, y en mi opinión no se privará de esgrimir en su texto dardos, estiletes e ironías. Allá él.

Pero una cosa es una cosa y otra es que alguien parece haber hecho una trampita en este asunto. Para convertir la organización de la Feria del Libro en una especie de Mesa de Enlace intelectual, utilizando la figura de Mario Vargas Llosa, y acaso con su beneplácito. Penoso episodio, si fue así.

Contratapa Página/12 de hoy, jueves 3 de marzo de 2011

miércoles, 19 de enero de 2011

Mempo Giardinelli y los asertos de cualquier pelafustán exasperado





Estimado amigo: creo que te consta cuánto te respeto y aprecio. Pero en tu artículo del 31 de diciembre leo una inesperada cantidad de afirmaciones que me impiden callar. Y sobre todo me alarma el uso de tantas categorías de descrédito nada rigurosas, como las que uno escucha todo el tiempo en cierta clase social porteña, y que no esperaba de vos.

Veamos tus preguntas:

"¿Fin de la autocracia?" Ante todo, me pregunto de qué país hablás, porque autocracia significa "gobierno en el cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley" y eso no impera en la Argentina, donde vivimos una democracia participativa como nunca antes. Sin dudas conflictiva y con aspectos reprobables, con instituciones sometidas a fuertes presiones corporativas y con un funcionamiento ejecutivo, legislativo y judicial muchas veces cuestionable. Pero desde diciembre de 1983 aquí se puede opinar lo que se quiera; impera la más absoluta libertad de expresión, y la fenomenal recuperación económica de nuestro país tiene que ver con esto.

"¿Murió con Néstor Kirchner la necesidad de concebir el ejercicio de la política como beligerancia perpetua?" Otra vez pregunto: ¿Cuál beligerancia? Porque el estilo de NK podía ser cuestionable por chabacano, desaliñado y provocador, y yo lo señalé en muchos artículos. Pero beligerante es quien está en guerra, y no fue ni es el caso argentino de los últimos siete años, por lo menos. NK pudo ser polémico y poco propenso a conciliar, pero tanto como decenas de dirigentes, por caso Carrió, Morales, Duhalde, Macri y tantos más. Beligerantes son los antidemocráticos y golpistas, que los hay, nostálgicos de un autoritarismo a cuya superación vos contribuiste de modo ejemplar. Y también son beligerantes los resentidos que agravian e insultan y hace poco descorcharon champán practicando un repudiable "viva la muerte".

"¿Enviudar significó también poner fin al ostracismo del sentido común?" Me sorprende este desaliño lingüístico. Porque enviudar para la Presidenta ha de haber significado solamente dolor y desamparo, como cuando se muere tu compañero/a de más de treinta años. Eso merece simplemente respeto, en lugar de cuestionamientos a la exclusión o retorno del sentido común, materia discutible si las hay, toda vez que se define como "el modo de pensar y proceder tal como lo haría la generalidad de las personas".

"¿Ante quién estamos? ¿Ante una presidenta liberada de una tutela despótica? ¿Ante una voz postergada que recupera protagonismo y se abre al diálogo con sus adversarios?" Me pregunto de qué tutela despótica hablás, Santiago, porque lo que a mí me impresionaba era precisamente el acuerdo de esa pareja, el modo de resolver sus naturales forcejeos y el proceder siempre a dúo. Me cuesta creer que un intelectual como vos caiga en ese machismo ramplón que supone que la Presidenta era sometida por su marido. Yo no crucé ni diez palabras con ellos, juntos ni de a uno, pero conozco mucha gente que puede testimoniar la unidad en disenso que practicaban. Y que a mí y a muchos argentinos nos parece una experiencia original, interesante y valiosa.

Tampoco se entiende lo de "voz postergada que recupera protagonismo" porque si algo no perdió jamás CFK, como jefa de estado, fue protagonismo. De igual modo que si de "diálogo con adversarios" se trata, es ella la que viene poniendo mejilla todo el tiempo frente a la cerrazón de la oposición, devenida masa amorfa de gritones y exasperados que acusa sin cesar pero a la que no se le cae una idea de gestión con sentido social ni de casualidad.

También acusás al Gobierno del "estallido de los hechos recientes", lo cual sorprende porque está claro que en el armado de las ocupaciones de tierras de las últimas semanas hubo operadores no precisamente gubernamentales. Podrá gustarte o no la designación de Nilda Garré al frente de un para mí tardío Ministerio de Seguridad, pero fue una respuesta a las provocaciones. Y en cuanto a que "abundan los muertos sembrados por la violencia", yo respondo que no hay tal abundancia y que ni un solo cadáver es atribuible a este gobierno, y menos a la Presidenta.

Por lo demás, es cierto que CFK se aferra al populismo. ¿Y qué? Se aferra a su ideología como la oposición al liberalismo, cierta derecha al fascismo y cierta izquierda al marxismo o al troskismo. Pero eso no autoriza a que afirmes que "optó por la inoperancia" cuando este gobierno es el que más cambios ha producido, y ha desarrollado a la Argentina como ningún otro en varias décadas, precisamente con leyes, propuestas y obras de todo tipo. Debieras viajar por el interior, Santiago, para ver cómo han cambiado las cosas, muchas para bien y algunas para mal, desde luego. Y verás cuánto tiene que ver lo malo con la soja, el desmonte, el abuso empresarial y el atropello a históricos campesinos expulsados de sus tierras y forzados a indignas migraciones internas, todo lo cual se relaciona con cierto liberalismo salvaje y con el menemismo y una corrupción, esa sí, incontrolable.

Por eso no se entiende la supuesta "ola de inconformidad" que mencionás, cuando la inmensa mayoría está de vacaciones y el consumo ha crecido de manera inusitada, posibilidades que miles de familias hasta ahora no tenían.

"No encaró a fondo el problema de la vivienda y menos aún el de la pobreza". Ay Santiago, pareceré oficialista (lo cual deploro porque no lo soy) pero jamás en la Argentina se construyó tanta vivienda social como en los últimos cinco años. Y no hablo de datos oficiales, sino de lo que se ve en todo el país. Y ni qué decir de la Asignación Universal por Hijo, medida que no sólo provee de unos pesos a millones de personas que estaban fuera de la economía, sino que además sus hijos (casi cuatro millones) se documentan masivamente y han aumentado la escolaridad de manera impactante, generando una extraordinaria crisis pero de crecimiento.

Aspectos cuestionables. Es claro que hay muchísimo que este gobierno no hizo, y son sus aspectos más cuestionables los que me impiden declararme kirchnerista. No han movido un dedo para limpiar las malditas policías de todo el país y no sólo la Federal o la Bonaerense. Mantienen un sistema carcelario inhumano que fue creado por el genocida Camps. No han mejorado sustancialmente el sistema de salud pública, y además hay bolsones de corrupción que perduran en el país y para mí -como para vos- son intolerables. No hay un solo preso por corrupción de estos siete años en la Argentina, y eso es tremendo. Y es poquísima respuesta llevar a juicio oral a Ricardo Jaime, aunque esté bien.

Pero no ignoro, Santiago, lo que muchos olvidan: que a esta corrupción no la inventó el kirchnerismo, cuya culpa es no haber cortado las cadenas de coimas. Por eso el odio de cierta oposición es mentira que esté vinculado a objetar la corrupción. Ese odio es resentimiento puro ante una de las mejores cosas del kirchnerismo: que ha recortado poder y privilegios a ciertas corporaciones.

Finalmente, rechazo que "el año que despedimos no termina bien". Yo digo que termina mejor que cualquiera de los últimos veinte años, por lo menos. Con inflación dura pero controlada, con medio país de vacaciones y un consumo fenomenal, con una industria recuperada y exportaciones record, con la deuda externa achicada y políticas sociales que no existían. A ver, Santiago, ¿qué fin de año fue mejor? ¿Acaso alguno de nuestro querido Raúl Alfonsín que terminó sometido por lo peor del golpismo -primo hermano del actual- pero también por su propia inoperancia? ¿O alguno de Menem, al que aborrecimos porque era ejemplar solamente en su inmoralidad? ¿O los tres fines de año infames que nos regaló el autista De la Rúa, rodeado de Cavallos y López Murphys para horror de los radicales de ley, y te lo dice quien viene de una familia de radicales de ley?

Tampoco puedo dejar pasar eso de "la volatilización del Estado" y de que "la República linda con lo espectral". Madre mía, Santiago, ni en tiempos de los militares a los que vos lúcidamente combatiste con la pluma y la palabra; ni en los de Menem que nos rifó el país a cambio de nada y sembrando desempleo y desindustrialización; ni en los sucesivos reinados económicos de Cavallo; ni cuando las decenas de muertos del final de De la Rúa y el circo que vino después te escuché o leí decir algo semejante. Ni vos ni nadie puede definir hoy a nuestro país como "república que linda con lo espectral". Es excesivo, por decirlo suave.

Con el mayor respeto y ninguna ironía, amigo mío, he intentado decirte que no me parece bien que un filósofo y columnista serio como vos dé por ciertas categorías y asertos propios de cualquier pelafustán exasperado. Vos no lo sos; de ahí mi sorpresa al leer tu nota. Y de ahí esta nota, que cierro con el abrazo cordial de siempre.


Mempo Giardinelli. Resistencia, Chaco, Argentina, 1947.
Imagen: Daniel Santoro. Centauro descamisado. Carbón y acrílico sobre papel, 50 x 70 cm, 2009.