lunes, 27 de enero de 2014

Leo el poema “Costumbres” de Juan Gelman

CASAS VACÍAS

Por JOSÉ MARÍA PALLAORO



Hoy, encuentro en internet un artículo bonsái de uno de los llamados poetas del noventa, esa década que quiso, y casi lo logró (déjenme ser optimista), destruir la casa de todos nosotros. No deseo generalizar, pero en ese período de extremo jolgorio para los pocos de siempre nacen y se desarrollan algunos poetas (no estamos a mediados de los sesenta ni principios de los setenta) que se dan cuenta de que vale la cosa. El mercado, la publicidad, el marketing. Y aprenden rápido, saben como vendernos su mercancía. (Cierta) crítica especializada los canoniza. Revistas y diarios, de derecha a izquierda, los entrevistan. Ellos sacan sus espejitos de colores y el papel picado. Y a otra cosa, mariposa. Eso sí, son irreverentes, aunque hasta cierto punto, no sea que terminen las notas, los viajes, las traducciones. No sea que en la solapa de un libro no podamos leer aquello acerca de fulano en palabras de un jurado zutano que con un cross a la mandíbula (es bueno practicar boxeo) nos dictamina que posee una lírica extraordinaria y su obra es fuente de inspiración para los autores de toda América Latina. Y Perengano hace la plancha y nos ilumina acerca de la poesía de Juan Gelman, es “infantil y vanguardista”, dice. Leo, ahora, el poema “Costumbres” de Juan Gelman, de su libro Cólera buey, editado en argentina en 1971 (hay una edición anterior, en realidad una selección de poemas que se publicó en Cuba, si no me equivoco, en 1965). Costumbres” es el último poema de la última sección del libro llamada Sefiní, treinta poemas escritos entre 1964 y 1965. Transcribo el poema: “no es para quedarnos en casa que hacemos una casa/ no es para quedarnos en el amor que amamos/ y no morimos para morir/ tenemos sed y/ paciencias de animal”.

Está bien, muchachos, es su kioskito. Hay que facturar, con la sola bondad no alcanza. Vuelvo a los versos de Gelman…, y sí, tenemos sed y paciencias de animal. 

martes, 21 de enero de 2014

Escribir poesía después de Juan Gelman

Escribir poesía después de Juan Gelman
Por JULIÁN AXAT


   La muerte de Juan Gelman provoca evocaciones de todo tipo, se escriben poemas, recordatorios, memorias, hasta epitafios. Se percibe, de pronto, una suerte de “gelmanía” en todas las redes sociales, hasta los que salen a la compra desaforada de sus obras completas (algo bienvenido, desde ya) y que no se les daba por la poesía. Nadie quiere quedarse atrás, ni siquiera los poetas de la llamada generación del ’90 (Casas, Cucurto, Gambarotta y cía.), que embarcados bajo cierta tendencia materialista, decadente y pop, denostaron su poesía; sin embargo ahora –muchos diarios los convocaron a opinar– refieren haberse sentido influenciados por el poeta que se fue. La confesión de los poetas de los ’90 es casi una autoincriminación dialéctica, pues la negación se ha tornado en afirmación.

   No tiene sentido iniciar ahora una polémica sobre las herencias y legados con los poetas noventistas que fueron ungidos por el campo literario en la etapa neoliberal y ahora están en liquidación; sí en todo caso reconocer que con la muerte de Gelman la poesía argentina ha quedado huérfana, tronchada, en estado de tránsito, reescritura o pase generacional al vacío, o duda hamletiana existencial.

   Quizás este proceso en estos últimos treinta y cinco años tenga que ver con los legados de Néstor Perlongher, Joaquín Gianuzzi y Leónidas Lamborghini y –ahora– con Juan Gelman. Poetas que transfieren su cuerpo y escritura (poeta y poema son lo mismo al decir de A. Rimbaud), un mensaje a un tiempo por venir: la palabra justa. Y aquí aparece el dilema de las influencias que, al decir de Harold Bloom, es dilema de los fantasmas, es decir los epígonos en la poesía bailando alrededor de las nuevas generaciones de poetas que están escribiendo en Argentina desde 2001 para acá.

   De estos cuatro poetas que he mencionado más arriba, Juan Gelman quizá haya logrado ser poeta mayor. Es decir “Poeta”. Aparece la cuestión de lo oficial, lo estatal, los galardones, los honores y la nacionalidad. Más allá de las diferencias entre sí, ocurre con Ernesto Cardenal, ocurrió con Pablo Neruda y Octavio Paz. La coagulación estético, política, social, histórica hicieron de la figura de Juan Gelman un embajador de los versos; algo de lo que Jorge Luis Borges ha sido para nuestra narrativa.

   La muerte de Juan Gelman consagra una figura que ya es antes y después. Al fin y al cabo, la polémica con Oscar del Barco (un duelo de poetas fallido por decisión del propio Gelman en el exilio) no opaca el proceso de construcción-consagración del cuerpo escritura Juan Gelman.

   La poesía argentina es epigonal, no cabe duda (siempre tiene un padre o un abuelo para reescribir o contra el que escribir). Los epígonos de Gelman sobran, los nietos lo buscan, los hijos lo admiran, aquellos que lo negaron ahora lo afirman. El problema ya no es escribir “como”, el problema es “ser o no”, y a partir de ahora, escribir poesía después de Juan Gelman.



Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-238145-2014-01-21.html

jueves, 16 de enero de 2014

El adiós a Juan Gelman

Juan Gelman

Por EDUARDO JOZAMI

¡Quien pudiera agarrarte por la cola
magiafantasmanieblapoesía!
¡Acostarse contigo una vez sola
y después enterrar esa manía!
¡Quien pudiera agarrarte por la cola!



     Estos versos abrían el primer libro publicado por Juan Gelman. El autor de Violín y otras cuestiones renovaba, en la portadilla de ese texto juvenil de 1956, lo que ha sido siempre el propósito mayor de los poetas, encontrar el secreto de la poesía, saciar esa sed de absoluto -insaciable por principio-que llevaría al Gelman maduro a frecuentar a los místicos, a la lectura y relectura de San Juan de la Cruz. Entre el joven militante comunista cuyos versos sobre el barrio y el mundo mostraban la fuerte influencia de Vallejo y de González Tuñón y el poeta de lo que él llamaría una poesía más abstracta, de los juegos que expandían el sentido de las palabras, denotando un propósito de refundar la lengua, pasó mucho tiempo y mucho mundo, pero aquel propósito inicial siguió orientando su obra. Seguramente, Juan no llegó a consumar ese definitivo matrimonio con la poesía, aunque pocos deben haber estado tan cerca de lograrlo, felizmente, tampoco pudo nunca "enterrar esa manía".

     En la obra de Juan Gelman puede leerse la historia del siglo. Los entusiasmos revolucionarios de los '60 a los que nunca renunció pese a su disposición a revisar y criticar todo lo necesario, el exilio y la angustia por los compañeros queridos, la lucha por los Derechos Humanos y el empeño inagotable en la búsqueda de sus familiares desaparecidos, la denuncia perseverante de un mundo desigual, el cuestionamiento de las viejas y nuevas formas de dominación que analizaba en sus notas periodísticas de Página 12. Sin embargo, a pesar de que como lectores, compañeros y amigos de Gelman lo asociamos necesariamente con la política, él resistía que se calificase su obra como poesía política, porque ni su compromiso político se agotaba en la poesía, ni ésta podía subsumirse en la política: "la ideología –decía- es sólo una parte de mi subjetividad".

     Deja una obra que ya ha merecido estudios muy valiosos pero que aún no nos ha revelado todos sus secretos. Habrá que releer esos textos que abordan las grandes preguntas, porque si todo gran poeta es un filósofo eso es aún más claro leyendo al último Gelman. Un filósofo de Villa Crespo que levantó vuelo para mirar desde arriba los gozos y miserias del mundo, sin perder nunca su estilo de porteño cachador. 

Eduardo Jozami
Director Nacional
Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti



Fuente: http://conti.derhuman.jus.gov.ar/default.htm

miércoles, 15 de enero de 2014

Tres días de duelo nacional por Juan Gelman

Tres días de duelo nacional por Juan Gelman



La presidenta Cristina Fernández de Kirchner decretó el duelo por la muerte del poeta, quien falleció ayer a los 83 años en México. La medida se cumplirá a partir de hoy en todo el país.



Esta mañana la Presidenta firmó el decreto que dispone la bandera a media asta hoy miércoles 15, mañana jueves 16 y el viernes 17 de enero.


Gelman falleció ayer en el Distrito Federal, ciudad en la que residía desde 1988 junto a su esposa, Mara La Madrid. El poeta, nacido el 3 de mayo de 1930 en el barrio porteño de Villa Crespo, a lo largo de su vida conjugó la prosa con la vocación revolucionaria y la búsqueda de justicia por sus hijos y nuera desaparecidos durante la dictadura militar. Por su actividad profesional y política vivió en el exilio entre 1975 y 1988, residiendo alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México.


En 1997 ganó el Premio Nacional de Poesía en Argentina; el Juan Rulfo en 2000; en 2004 el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde; en 2005 los premios Iberoamericano Pablo Neruda y Reina Sofía de Poesía. Columnista de Página/12 desde su primer número, en 2007 ganó el Premio Cervantes.

De su producción poética se destacan Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotán, Sefiní o Cólera Buey, así como Los poemas de Sidney West, Traducciones, Fábulas, Relaciones, Hechos y relaciones o Si tan dulcemente. Escribe Exilio en colaboración con Osvaldo Bayer. Citas y comentarios, Hacia el sur, Composiciones, Carta a mi madre y País que fue será, forman parte de su obra.


El 24 de agosto de 1976 su hijo Marcelo fue secuestrado en Buenos Aires junto con María Claudia García Iruretagoyena. Ella tenía 19 años y estaba embarazada de siete meses. La pareja fue llevada al centro clandestino de detención “Automotores Orletti”, una sede del Plan Cóndor. Los restos de Marcelo fueron encontrados en 1989 por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). De María Claudia se supo que fue trasladada por oficiales de la Fuerza Aérea uruguaya al Servicio de Información de Defensa (SID). María Claudia y Macarena estuvieron juntas hasta aproximadamente diciembre de 1976 en esa dependencia de Montevideo. Los represores dejaron el 14 de enero de 1977 a la beba en una cesta en la puerta de la casa de la familia del expolicía Ángel Tauriño. Después de años de búsqueda, su abuelo Juan la encontró en los primeros meses de 2000.



Fuente: Página/12, 15 de enero de 2014.-

Haiku para Juan Gelman

Haiku para Juan Gelman
Por JOSÉ MARÍA PALLAORO




Juan: pensaba
que vos eras eterno
Aún lo pienso 


.

No le des bola a nadie

Juan Gelman: No le des bola a nadie
Por ALBERTO SZPUNBERG

Me acaban de avisar, Juan, de sopetón, así que no hay más que hurgar en lo más íntimo. Hace unos días, exactamente el viernes 3, te pregunté por mail “¿qué onda, Juan?”, y ese mismo día me contestaste que te acababan de descubrir “un cáncer naciente y primario en los pulmones”. ¿Eso de “naciente y primario” era una licencia poética? Sí, una licencia, pero, como en todas las circunstancias, con lo licencioso nada que ver. Por eso, al día siguiente, con la fresca, te contesté: “En estas circunstancias de cáncer naciente y primario, debés estar harto de que te den consejos, amén de pinchazos, catéteres, análisis y demás vanidades hipocráticas...

Así que, por esta única vez, por ese nosotros que somos aun en la más perra soledad, con o sin tu permiso, te añado un solo consejo de mi propia cosecha: no le des bola a nadie y dejate llevar por tu más entrañable sensatez poética, con esa sonrisa del corazón que sólo despierta la gente que querés y te quiere”. Me olvidé en ese momento de escribirte lo que ahora añado: “no le des bola a nadie”... ni siquiera a la muerte. Juancito Caminador y el Viejo Contrabandista nunca dejarán de brindar: “¡Salud y RS!”.

PD: Un abrazo inmenso, Mara, inmenso casi como el dolor mismo...


Fuente: Página/12, 15 de enero de 2014.-

Liberar la lengua poética

Juan Gelman: Liberar la lengua poética
Por DANIEL FREIDEMBERG

La verdad es que a Juan Gelman, por muchos motivos, se le puede reconocer una importancia poética que muy pocos alcanzaron en toda la poesía en español. Un aspecto es que de Gelman se puede decir que liberó a la lengua poética, le permitió hacer sus propias búsquedas en función de sus propias necesidades y de una manera muy personal, que es muy argentina también. Por otro lado, la otra característica es la actitud de búsqueda permanente de salir a encontrar algo siempre; el decía que a la poesía nunca se la alcanza, porque la poesía es un misterio y eso lleva al poeta a romper con lo que se está haciendo y a ir hacia otras cosas, lo que lo lleva a hacer una poesía más jugada, a andar por caminos insospechados.

Esa actitud jugada la tuvo en la vida y en la poesía. Y eso, en la poesía, la volvía política aun en los poemas que no eran de temática política. Aunque también lo llevaba a incluir lo político, claro. Y en su condición humana, Juan era una de las personas más educadas, amables y gentiles que conocí en mi vida. Tenía un trato sobriamente afectuoso, lo que lo volvía un tipo seductor, daban ganas de estar con él al mismo tiempo que imponía respeto, pero siempre encontraba la manera de romper la solemnidad con algún gesto de humor, alguna frasecita. Al mismo tiempo que podía ser muy duro y muy irónico, cuando la situación lo ameritaba. Era muy inteligente y apasionado, pero capaz de mirar las cosas con distancia. Para mí, un libro clave de él, donde rompe con toda la poesía que venía haciendo y pasa a hacer algo totalmente nuevo, por lugares donde nadie pudo ir, es Cólera Buey, pero particularmente la que más me gusta es su poesía más difícil, la más desafiante, que hizo en los últimos diez o quince años. Y cada libro me gustó más: creo que su último libro, Hoy, reclama un lector capaz de jugarse tanto como el autor para leerlo, para encarar la aventura espiritual que propone.


Fuente: Página/12, 15 de enero de 2014.-

Hasta aquí el hombre

Juan Gelman: Hasta aquí el hombre
Por JUAN FORN

Conoció la poesía a los cinco años, oyendo a su hermano mayor recitar a Pushkin en ruso. A los nueve se enamoró de una vecinita de Villa Crespo, pero ella no entendía ruso, y no le impresionaba nada oírlo recitar, así que él copió unos versos de Almafuerte y se los mandó. Cuando vio que la cosa no daba resultado, empezó a escribir él los envíos. La vecinita nunca se enteró de lo que había originado. El resto del mundo, sí. Juan Gelman escribió alguna vez: “Un hombre entra a su casa y el olor / de sus hijos le golpea la cara”. Juan Gelman escribió alguna vez: “Es horrible saber que moriré mañana / o que no moriré”. Sabiendo lo que sabemos de él hoy, esos versos retumban doblemente en nuestra cabeza, porque alguna vez los subrayamos sin saber lo que sabemos hoy.

Gelman aceptaba a su manera la definición rilkeana del oficio de poeta (el acercamiento a lo inefable): él decía que era “ese acontecimiento que emerge a través de una trama de palabras para arrancar algo de la nada”, y en su larga trayectoria combinó las más diversas formas de lo poético, desde lo puramente lírico a lo ásperamente narrativo, desde la métrica impecable hasta el quiebre por dentro de esa métrica, desde lo místico a lo político, explorando los alcances del verso “conversado”, la textura a contrapelo de las palabras “bellas”. Así fue construyendo una obra de enorme coherencia interna en los sucesivos pasos de su itinerario.

Alguna vez le preguntaron a Roberto Matta, el pintor chileno, cómo festejaba su cumpleaños y él dijo: “Invito a los Matta que fui y discutimos toda la noche”. Algo similar ocurre con los Gelman: sumergirse en cada nuevo libro suyo permite escuchar, por debajo de las palabras, una fascinante beligerancia y complementación entre todos esos modos de decir. Para aquellos que descubrieron sus primeros libros en los ’70 siendo adolescentes, como fue mi caso, la aparición de sus libros posteriores, cada dos o tres o cinco años, obligaba a bruscos pasos de maduración como lector, se quisiera o no: su profundización progresiva, sin respiro y sin clemencia, en ese territorio llamado poesía fue siempre ejemplar.

A diferencia de muchos grandes, Gelman nunca se repitió, ni se estableció cómodamente en un registro desde el cual seguir mirando el mundo dócilmente.
Sin embargo (o a causa de eso), casi cualquier circunstancia de la vida puede retratarse con una frase suya: he ahí una evidencia inequívoca de la grandeza de su obra. De sus libros, mis preferidos son dos: Los poemas de Sydney West y Carta a mi madre (dos extremos de su obra), pero otro de los méritos de Gelman fue justamente ése: la cantidad de opciones que ofrece al lector a la hora de elegir sus preferidos.


Fuente: Página/12, 15 de enero de 2014.-

Hasta siempre, compañero

Juan Gelman: Hasta siempre, compañero
Por H.I.J.O.S. Capital

Fue, es esta historia, es esta historia, la que nos rompió los nombres familiares y nos ha hecho decirle mamá a una abuela o papá a un abuelo. Fue esta historia, es esta historia, la que nos hace repensar qué es un “héroe”, qué es un mito: lejos de los mitos y los “héroes” intocables, están los hombres y mujeres, compañeros y compañeras, abrazables.

Ahí se va Juan, a alguna reunión con Rodolfo, Paco y otros tantos compañeros. Allá se va Juan, a contarles a los 30.000 que pudo encontrar a su nieta Macarena. Allá va Juan, a contarles a su hijo Marcelo y a su nuera María Claudia cómo es Macarena, cómo es esa vida que no pudieron matar. Se va Juan, a ese tiempo de los pasos eternos, a contarles a nuestros padres y madres que todos ellos siguen vivos en nuestras luchas.

Allá va el compañero, nuestro padrino, nuestro poeta, a seguir apalabrando el mundo, a seguir mirando con ojos de dolor y esperanza. Allá se va Juan Gelman: al lugar más justo al que pueda ir un hombre como él. Como todo compañero, como todo hombre comprometido y solidario, se va para quedarse para siempre en esta tierra que no tiembla por el miedo del pueblo, sino por el temor de los vendepatrias ante tantos hijos de la revolución.

Juan vino con León Gieco al primer encuentro nacional de H.I.J.O.S.: ahí se hicieron nuestros padrinos. Vaya a donde vaya, se llevará la condena social para todos los asesinos de nuestro pueblo. Podrá decirle a Rodolfo que ya pusimos a Videla, Astiz y más de 500 genocidas en el tacho de basura de la historia. Allá va Juan, a decirles a todos que no hubo impunidad que nos derrotara y que para los masacradores de nuestra Patria no existe ni el flaco perdón de Dios.

Ahora nos queda a nosotros el orgulloso deber de decir que lo mantendremos en la memoria de la historia, en el relato que hará que nadie deje de saber quién fue Juan, a pesar del paso de los años. Empuñamos su memoria: les diremos a todos que Juan fue un poeta del tiempo, un compañero de la ternura, un respetuoso amigo de los recuerdos de sus amigos. Con humildad y sencillez, de las características más destacables de un compañero, abrió sus puertas para buscar la verdad colectiva, dio sus hojas para que Walsh despidiera a Urondo. Allá va: se lleva en los bolsillos nuestros abrazos para los 30.000. Hasta siempre compañero, gracias por el amor.


Fuente: Página/12, 15 de enero de 2014.-

Gotán

Gotán
Por MARTÍN MICHARVEGAS

Lentamente con pena
dejo de lado a juan

a su gotán
vuelvo a entrar
en materia infecciosa
estudio psitacosis
una enfermedad de pájaros
que se transmite al hombre
trae una fiebre
dolores y delirios
pequeñas destemplanzas
debemos tener mucho cuidado
con las aves

Hermano
lentamente con pena
esta mañana no ha ocurrido ningún milagro
y yo no los espero
ni nadie que conozca de todos los que amo
pero cualquier mañana de estas
puedo caer podemos
súbitamente caer terriblemente heridos
por haber dado de comer a un pájaro nomás
un grano de alpiste en nuestra boca
ofreciéndoselo directamente de ella
y he debido interrumpir la vida
mi vida y la vida de los otros
conmovido como la gran puta
ante la muerte

Hermano
algunos lo verán
y espero – sólo esto –
recuerden amantes como yo
el comienzo insidioso o sea tu canto
la lucidez tus versos
la paz la guerra sus oleajes
el enamorado fantasma universal



De: “Por el puente de la palabra”, Buenos Aires, 1960/1963.

Carta abierta a mi nieto o nieta

Carta abierta a mi nieto
Por JUAN GELMAN

Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado “el Jardín”. Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.

Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aún así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de como se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.

También pensé todos estos años en que hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.

Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe como serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera. 


12 de abril de 1995