domingo, 26 de agosto de 2018

GUILLERMO SAAVEDRA Del queremos flan y otras vicisitudes berretas



A UN MONTÓN DE GLOBERTOS FOGONEADOS

Macerada en su salsa de clarines
y en la espesa tribuna de letrinas,
la carnaza globerta de Argentina
sale en ristra como los salamines.

Fogoneados sin pausa por la tele,
pasquines, redes tróllicas y radios,
se amontonan en masa los otarios
como un coro senil de churumbeles.

No los mueve el amor, ni la justicia,
los excita un pedorro cachondeo,
un vómito de frases, un jadeo
que encuentra en un boludo su obstetricia.

Piden flan, los globertos, liderados
por un forro palúdico y merqueado.


A UN BOLUDO PLETÓRICO DE VERSOS

Pelotudo preolímpico, mandioca
excretada sin ganas por un burro,
esta mala parodia de cien turros
se desangra sin pausa por la boca.

Producto de algún polvo entre dos muertos
–una cheta y un pollo congelado–,
hundió la educación el muy culeado
mentando la Campaña del Desierto.

Un crucifijo hundido en el upite
le dicta puntualmente sus poemas.
Y este nabo serial no se repite
en su gesta retórica de enemas:

si en marzo hizo del feto un craso Edipo,
ayer se ahogó en un flan entre dos hipos.


A UN PICHICHETTO ATROZ Y CANFINFLERO

Pichicho artero y cheto, muy tuneado
con un guiso de bótox y un gran quincho,
conspira en el senado este carpincho
de culo parlanchín mal suturado.

Prodigio de la rosca canfinflera
cocida en los pasillos más esquivos
del fétido burdel legislativo,
allí donde otros sangran, él prospera.

Croqueta multitasking peronista,
forúnculo del Turco y, con un balde,
escanciador de mierda para Duhalde,
tuvo su breve idilio kirchnerista.

No lo votó ni el loro a este canuto,
pero hoy vendió a Cristina en diez minutos.


A UNA FLEMA VULGAR Y VOCINGLERA

Esta almorrana enfática y pringosa
alguna vez dio risa y hoy es triste
canario embalsamado y sin alpiste,
vulgar predicador de voz gangosa.

Su fama fue fugaz porque su ingenio
se fue descascarando en morisquetas.
Devino desde entonces buey corneta
de Macri y sus gorilas de bargueño.

Astroso borrador de escupitajo
perdido en la garganta de un guanaco,
aquel que ayer fue gordo hoy es un flaco
y estéril aprendiz de renacuajo.

Por suerte es excremento bien Casero:
no hay quien produzca en serie a este pajero.


A UN CHETO QUE NO VIAJA PERO PIAFA

Inspector de vizcachas, estratega
feliz de un inodoro del congreso,
ideas no le fluyen por el peso
mortal de tanta mierda que segrega.

Con cara de bragueta despoblada
y astucias de docente licenciado
en vóley y en paleta doctorado,
se luce cual boludo en rebanadas.

Pletórico de viáticos por viajes
que nunca realizó, piafa con ganas
su estrábica salmodia de banana
pisada para el postre del chetaje.

Ayer, de tan garlopa, fue certero
tratando a Papá Macri de negrero.


A UN MALA LECHE EFÍMERO Y ABSTRUSO

Calambre existencial, pedo falluto
de un culo avinagrado y errabundo
que sangra y huele mal –por eso el mundo
el día que él nació quedó de luto–;

entelequia branquial, pescado rengo
con caries en un alma que supura
la letra que dictó la dictadura
en frases de rector de cottolengo;

esputa con su voz de papa awada
el mantra que parió un ecuatoriano:
“Tranquilos, todo bien, no pasa nada”,

mientras el ispa cruje hasta las manos.
Maurizio: leche estéril fermentada
con pólipos borrachos de gusanos.


A UN CÁNCER DESFONDANDO LA BALANZA

Tumor ungido por la servilleta
de un pútrido mafioso menemista,
esta lepra amoral y oportunista
es un pulpo voraz en camiseta.

Carozo de la rosca delictiva
que funge de justicia a puro apriete
del justo y del dudoso, este sorete
se ha zampado la AMIA en carne viva.

Coyote en el sinfín tribunalicio,
Cristina es su vivaz Correcaminos.
La busca y no la encuentra este cretino
perdido en su estupor excrementicio.

A pura fotocopia hoy pide Gloria,
hundiéndose en las cloacas de la Historia.


A UN SOBADOR SERIAL EN PLENO TRANCE

Estrábico cultor de un viejo vicio
–sobarle la entrepierna a algún canalla–,
este débil gimnasta sin toalla
acaba de expeler otro estropicio.

Ascendiendo cual mustia enredadera
por la triste tribuna de doctrina,
se prosterna servil. Letras cretinas
abomban sus escritos con hombreras.

Defensor de Lopérfido y sus cuentas
y evangelista enano de cien turros,
transpira en alemán y entre susurros
se pierde en alabanzas purulentas.

Gian era (ya no es) hoy se consagra
a hacer gozar a Manguel con un viagra.


A UN BUDÍN DE CENTENO ENVUELTO EN DIARIOS

Alcahuete menor, forunculoso
ectoplasma flambeado por fiscales
hemorróideos, patéticos, venales,
es un triste ex milico aguardentoso.

Preñada de una gloria espiralada,
esta bestia chismosa y remisera
ha arrojado al descuido en una hoguera
su memoria falaz. Fotocopiada,

emputece igualmente el avispero:
la caterva serial republicana
ya trabaja metiendo gente en cana
con su prosa curiosa de diariero.

No es ni paja ni trigo, es un Centeno
con el culo inflamado de veneno.



Guillermo Saavedra (Buenos Aires, 7 de octubre de 1960). Poeta, escritor…

miércoles, 22 de agosto de 2018

JULIÁN AXAT Vamos a extrañar al Juez Luis Arias




VAMOS A EXTRAÑAR AL JUEZ ARIAS

     ¿Quién se hará cargo de toda injusticia en nuestra provincia, quién? Antes había un juez, un hombre que agrandó el traje de juez, pero que no usaba toga ni pompa leguleya, ni ostentaciones de ningún tipo. Ese hombre era una suerte de salvaguarda de última instancia, que ejercía el control axiológico contramayoritario que ordena la constitución, con absoluta independencia e imparcialidad. Grandísimo lector de Franz Kafka, como guardián de la ley, siempre abrió la puerta para que pasen los más débiles, nunca la cerró. Por eso el poder de turno nunca le perdonó jugarse por sus convicciones y defender a los oprimidos, en cada caso, en cada sentencia.

     Pero ese juez ya no está, fue destituido por el poder de turno, a través de un mecanismo inédito en el país: por el contenido de sus sentencias, por la ideología de sus actos, por cierto exceso ritual manifiesto por encima de los derechos que resguardaba.

     Simplemente “Luis”, el pueblo lo conocía de ese modo, el juez “Luis”. No conozco juez que se le parezca o esté a su altura. No conozco valentía similar. Su carácter receptivo, su escucha, solidaridad y entrega por los más humildes y vulnerados de esta sociedad hicieron que hasta último momento estuvieran a su lado.

     He visto a la gente llorar cuando se leía la sentencia que lo condenaba, he visto a sus  amigos del alma, sus hijos y a su esposa sostener ese cuerpo que no se cae, con el mismo orgullo de seguir y apelar hasta reparar; he visto a otros funcionarios judiciales más tibios, acompañarlo por lo bajo, con los ojos llenos de lágrimas, pero dispuestos a cargar en su soledad la misma impotencia como una cruz. Pero hay algo que no puedo olvidar, y es haber visto en los ojos del acusador estar cumpliendo un papel que –por momentos- ni él mismo se creía. Para un burócrata, un trabajo es un trabajo. Y un juez, es cualquier juez.

     El juez hace política con sus actos, no la niega, y ese fue el pecado que en el fondo se le atribuye a Arias. Como el Juez Blackstone, el Juez Marshall, figuras que analiza  Martha Nussbaum a los que llama “Jueces poetas”, que ya ni siquiera son meramente políticos. Dice la autora citando al poeta Walt Whitman que el “juez poeta” es un hombre ecuánime, la persona mejor dotada para otorgar a cada objeto o cualidad su justa proporción, el árbitro de lo diverso, igualador de su época y su tierra. No es pendencia, sino juicio, y no juzga como el juez burócrata, sino como el sol lamiendo una criatura indefensa.

     Juzgar como el sol lamiendo una criatura indefensa... Atreverse, ser uno de los pocos jueces que dicen “No”, en tiempos de retroceso de derechos. Ojalá no haya uno, sino dos, tres… muchos jueces así en nuestro país. Vamos a extrañar al Juez Luis Arias.

Julián Axat. Poeta, abogado y docente