miércoles, 26 de abril de 2017

Rodolfo Alonso, A 80 años del genocidio de Guernica



A 80 AÑOS DEL GENOCIDIO DE GUERNICA

         A metros de la Casa Rosada, junto a la estatua de Juan de Garay, Buenos Aires ostenta desde 1919 un retoño del más que secular Árbol de Guernica, emblema sagrado de las libertades vascas. Anterior incluso a la existencia de España como estado nación, a partir de Isabel y Fernando los reyes acostumbraban jurar bajo su sombra venerable respetar los fueros de Euzkadi.

         Acentuando su fuerte simbolismo, ese magnífico Roble sobrevivió, en medio de un hito legendario: la guerra civil española (1936-1939), a otro hecho de trágica resonancia. El 26 de abril de 1937 la vieja villa de Guernica fue literalmente reducida a polvo, junto con buena parte de su población, por los flamantes aviones nazis de la Legión Cóndor.
         Porque el 18 de julio de 1936, militares conducidos por Francisco Franco se sublevan contra la legítima República española. Controlados y muchas veces vencidos por el pueblo en armas, los milicianos recuperaron en Madrid su principal reducto, el Cuartel de la Montaña. Así comenzó la última guerra de hombres, y la primera contra el fascismo. Contra los fascismos, que reaccionaron de inmediato.

         Del principio al fin, Hitler y Mussolini cooperaron con la rebelión enviando sus mejores tropas y modernos adelantos bélicos, decisivos para la victoria franquista. Goering probó allí su naciente Luftwafe, y más de 700 pilotos alemanes cuidadosamente elegidos volaron para Franco. Ensayaron bombardeo de ciudades, blitzkrieg o guerra relámpago, terror sobre poblaciones civiles, ataques aéreos en picada y táctica de apoyo directo a las tropas de tierra. Sin olvidar los tristemente célebres tanques Panzer I.
Esas crueles experiencias fueron invalorables, al estallar casi de inmediato la segundo guerra mundial (1939-1945), para los primeros éxitos nazis en toda Europa. La misma Europa que abandonó a los republicanos españoles. Que sólo contaron con la ayuda sobre todo inicial de la URSS y el apoyo permanente del México de Lázaro Cárdenas, sin olvidar las heroicas e indomables Brigadas Internacionales.

         El 23 de abril de 1937, el jefe de la Legión Cóndor, Wolfram von Richthoffen, primo del famoso as de la aviación alemana en la primera guerra, anota en su diario: “¿Qué se puede hacer? La Legión Cóndor se retira. No se puede dirigir a una infantería incapaz de atacar posiciones débiles.” Y al día siguiente: “¿Conseguiremos destruir Bilbao?”.

         El 26 de abril, a las 14,30 la campana mayor de Guernica repicó alertando sobre un ataque aéreo. Era día de mercado. Se corrió a los sótanos. Un solitario bombardero Heinkel 111 de la Legión Cóndor arrojó su carga letal en el centro y desapareció. La gente dejó sus refugios para socorrer heridos. Quince minutos después, la escuadrilla completa de la élite aérea nazi sobrevuela Guernica. Cierto número de cazas italianos Fiat CR-32 y Fiat-Ansaldo participaron también. Hubo una estampida para huir al campo, pero cazas Heinkel 51 ametrallaron sin piedad hombres, mujeres, niños. Sin embargo, faltaba lo peor.

         A las 17,15 cuarenta bombarderos Junker 52 arrasan minuciosamente la ciudad, en pasadas de 20 minutos durante dos horas y media. Arrojaron desde bombas medianas o pequeñas hasta de 250 kg, antipersonal e incendiarias. Los testigos describen escenas apocalípticas. Familias enterradas por escombros de sus casas o aplastadas en refugios. Vacas y ovejas ardiendo por la termita y el fósforo blanco, enloquecidas hasta morir entre ruinas en llamas. Salvo la Casa de Juntas y el Roble milenario, no alcanzados por hallarse fuera del corredor aéreo que los pilotos alemanes siguieron disciplinadamente, Guernica era una pira de fuego, humo y terror.

         El gobierno vasco sostuvo que un tercio de la población (1645 muertos y 889 heridos) sufrió en carne propia el bombardeo. Al día siguiente, 27 de abril, la prensa británica anuncia la destrucción de Guernica, y el 28 tanto el “Times” como el “New York Times” publican el célebre artículo de George L. Steer. La indignación mundial es inmensa e inmediata. El 29 de abril el cuartel general de Franco emite un comunicado, donde intenta adjudicar la responsabilidad a “las hordas rojas al servicio del perverso criminal Aguirre”, presidente de Euzkadi.

         La mayoría de los vascos eran católicos y moderados o conservadores. Se unieron al Frente Popular en defensa de sus fueros seculares. A diferencia de la Iglesia española, que apoyó vivamente la “Cruzada”, fueron acompañados por sus sacerdotes. Yo mismo recuerdo una foto en la cárcel franquista, donde cien curas vascos rodean al dirigente socialista Julián Besteiro.

         Sólo tras morir Franco (1975), como exigió su autor, el cuadro más renombrado de Picasso, pintado frenéticamente entre mayo y junio de 1937, pudo exhibirse en España. Quizá no todos quienes acuden al Museo Reina Sofía saben, hoy, a qué alude su sobrio título: “Guenica”. Durante la ocupación de Francia, al preguntarle ante la misma obra un oficial nazi: “¿Usted hizo esto?”, Picasso contestó simplemente: “No, esto lo hicieron ustedes.”

         Como prueba, baste lo declarado por Goering en el juicio de Nuremberg (1945-1946) a criminales de guerra nazis: “Cuando estalló en España la guerra civil, Franco pidió auxilio a Alemania, y en especial apoyo aéreo. El Führer vacilaba, y yo le aconsejé con energía que bajo cualquier circunstancia otorgase ese apoyo: en primer lugar, para impedir la extensión del comunismo en esa zona, pero también para poner a prueba mis nacientes Fuerzas Aéreas en una serie de detalles técnicos. Con autorización del Führer envié gran parte de nuestra flota de transporte y numerosos cazas y bombarderos, así como cañones antiaéreos. Pude comprobar en condiciones de combate si el material era eficiente. Para que el personal adquiriese además experiencia práctica organicé una rotación continua mandando constantemente unidades nuevas y repatriando las anteriores.”

         Esa fría pero precisa enumeración, de por sí escalofriante, se hace estremecedora si la contraponemos con las imágenes concretas y a la vez inimaginables del horroroso genocidio sufrido por Guernica. Nadie lo rozó tan hondamente como un íntimo amigo de Picasso, el gran poeta francés Paul Éluard, en su indeleble poema “La victoria de Guernica”:

“Os han hecho pagar el pan
El cielo la tierra el agua el sueño
Y la miseria
De vuestra vida


Las mujeres los niños tienen igual tesoro
En los ojos
Todos muestran su sangre

El miedo y el coraje de vivir y de morir
La muerte tan difícil y tan fácil //

Parias la muerte la tierra y la fealdad
De nuestros enemigos tienen el color
Monótono de nuestra noche
Daremos cuenta de ellos.”



Rodolfo Alonso (Buenos Aires, 1930). Poeta, traductor y ensayista argentino.

Pablo Picasso (1881-1973). Guernica (26 de abril de 1937 – junio de 1937), óleo tamaño mural sobre lienzo, 3.49 m x 7.77 m. 

viernes, 21 de abril de 2017

Alberto Szpunberg, Todo empezó la noche del 20 del 9 del 69




Todo empezó la noche del 20 del 9 del 69:
desde puntos muy dispares de la estepa,
más que dispares, contradictorios, dialécticos,
los astrónomos Churyúmov y Guerasimenko,
de la Academia de Ciencias de la URSS,
descubrieron un mismo eje de fuego que agitaba
de un extremo a otro un cuerpo celestial.
Éste, restallante en la vastedad del infinito,
apetecible por las noches que evocaba,
se volvió cometa de un reguero de ambiciones,
pasión extrema debidamente controlada
por arengas patrióticas y cósmicas medallas.



Hoy, viernes 21 de abril, a las 20 hs, en el Bar Cultural “Gorlami” ubicado en Balcarce 971, se presenta el nuevo libro de poemas de Alberto Szpunberg (Buenos Aires, 1940): La habitante del cometa 67/P Churyúmov-Guerasimenko (Ediciones Lamás Médula, 2017).
Luego de la presentación se rendirá un homenaje al querido maestro del que participarán, entre otros, Pablo Campos, Carlos Aprea, Carlos Dariel, Julian Axat, Boris Katunaric, Fabián Leppez, Sol Giles, Alfredo Luna, Flavia Soldano, Judith Said, Julieta Desmarás, Miguel Martínez Naón, Gabriela Borrelli, Fernanda De Broussais, Agustina Paradiso y Fernanda Martínez.

miércoles, 12 de abril de 2017

Vicente Costantini, No anden diciendo



DISCUTAMOS

discutamos

pero con los chicos
     en las aulas
con los docentes
     en las comisarías
con los presos
     en las cárceles

discutamos
pero con los viejos
     en los geriátricos
con los menores
     en los correccionales
con las menores
     en los prostíbulos

discutamos
pero con los locos
     en los manicomios
con las chicas violadas
     en los descampados
con los muertos
     en las fosas comunes

discutamos
para que después
     no anden diciendo
     que nosotros
     no llamamos al diálogo



 



9 de abril de 2017
“un poema que escribí el domingo pasado, tratando de contener la rabia
y repulsión que me daba ver cómo apaleaban a los docentes” (Vicente). 

sábado, 1 de abril de 2017

Ya se sabe quiénes son los condenados a pagar las crisis de reajuste del sistema


AYER, HOY, LA MISMA HISTORIA, EL MISMO DOLOR, LA MISMA LUCHA

     “Ya se sabe quiénes son los condenados a pagar las crisis de reajuste del sistema. Los precios de la mayoría de los productos que América Latina vende bajan implacablemente en relación a los precios de los productos que compra a los países que monopolizan la tecnología, el comercio, la inversión y el crédito. Para compensar la diferencia, y hacer frente a las obligaciones ante el capital extranjero, es preciso cubrir en cantidad lo que se pierde en precio. Dentro de este marco, las dictaduras del Cono Sur han cortado por la mitad los salarios obreros y han convertido cada centro de producción en un campo de trabajos forzados. También los obreros tienen que compensar la caída del valor de su fuerza de trabajo, que es el producto que ellos venden al mercado. Los trabajadores están obligados a cubrir en cantidad, en cantidad de horas, lo que pierden en poder de compra del salario. Las leyes del mercado internacional se reproducen, así, en el micromundo de la vida de cada trabajador latinoamericano. Para los trabajadores que tienen «la suerte» de contar con un empleo fijo, las jornadas de ocho horas sólo existen en la letra muerta de las leyes. Es frecuente trabajar diez, doce, hasta catorce horas, y más de uno ha perdido los domingos.”


Eduardo Galeano, Calella, Barcelona, abril de 1978.
“Las venas abiertas de América Latina”, 36ª edición, 1978.

Imagen: Ricardo Carpani, Desocupados, 1959.