CASAS VACÍAS
Por JOSÉ MARÍA PALLAORO
Hoy, encuentro en internet un
artículo bonsái de uno de los llamados poetas del noventa, esa década que
quiso, y casi lo logró (déjenme ser optimista), destruir la casa de todos
nosotros. No deseo generalizar, pero en ese período de extremo jolgorio para
los pocos de siempre nacen y se desarrollan algunos poetas (no estamos a
mediados de los sesenta ni principios de los setenta) que se dan cuenta de que
vale la cosa. El mercado, la publicidad, el marketing. Y aprenden rápido, saben
como vendernos su mercancía. (Cierta) crítica especializada los canoniza.
Revistas y diarios, de derecha a izquierda, los entrevistan. Ellos sacan sus
espejitos de colores y el papel picado. Y a otra cosa, mariposa. Eso sí, son
irreverentes, aunque hasta cierto punto, no sea que terminen las notas, los
viajes, las traducciones. No sea que en la solapa de un libro no podamos leer
aquello acerca de fulano en palabras de un jurado zutano que con un cross a la
mandíbula (es bueno practicar boxeo) nos dictamina que posee una lírica
extraordinaria y su obra es fuente de inspiración para los autores de toda
América Latina. Y Perengano hace la plancha y nos ilumina acerca de la poesía
de Juan Gelman, es “infantil y vanguardista”, dice. Leo, ahora, el poema
“Costumbres” de Juan Gelman, de su libro Cólera
buey, editado en argentina en 1971 (hay una edición anterior, en realidad
una selección de poemas que se publicó en Cuba, si no me equivoco, en 1965). Costumbres”
es el último poema de la última sección del libro llamada Sefiní, treinta poemas escritos entre 1964 y 1965. Transcribo el
poema: “no es para quedarnos en casa que hacemos una casa/ no es para quedarnos
en el amor que amamos/ y no morimos para morir/ tenemos sed y/ paciencias de
animal”.
Está bien, muchachos, es su
kioskito. Hay que facturar, con la sola bondad no alcanza. Vuelvo a los versos
de Gelman…, y sí, tenemos sed y paciencias de animal.
Maravilloso Juan Gelman. Y maravillosa tu forma de hacerlo notar.
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