domingo, 1 de julio de 2018

RIARDO ARRIAGADA Perón sigue resultando imprescindible para entender el desde dónde y el hacia dónde ir




ADONDE ESTÉ

          Durante mucho tiempo, la Fusiladora y su cría militar o “democrática” especularon con la muerte del General Perón y tal vez para aquella gente haya sido el hecho más deseado a lo largo de aquellos dieciocho años de exilio. Alguna vez, incluso, los compañeros hicieron circular radiografías falsas en las que el hombre aparecía próximo a morir y mientras un informe ultra secreto iba de acá para allá entre funcionarios de Inteligencia, el viejo patán reía a carcajadas en Puerta de Hierro. Nuestro General nos ha legado fantásticas muestras de ese humor campero, inteligente, socarrón, absolutamente argentino, pero un día pasó que se murió de verdad y la historia del país se congeló y las multitudes salieron a la calle a expresar su dolor: lo mentado imposible pasaba delante del llanto y el estupor popular - en una cureña – mientras, al mismo tiempo, en sus madrigueras, continuaban sumando personal y logística quienes convertirían la violencia por venir en un paisaje alucinatorio. Pero el Jefe ya estaba más allá de eso. Es sabido: al volver del exilio hizo un último esfuerzo (que le habían señalado como muy peligroso para su salud) y partía sin poder ordenar tantas fuerzas contrapuestas mientras el Departamento de Estado se restregaba las manos, la Sociedad Rural brindaba y Gelbard –junto al proyecto de independencia económica y sustitución de importaciones– organizaba su partida del Ministerio acomodando papeles. Pocas muertes han expresado tan claramente un fin de época. Y ninguna fue así de lamentada por los humildes de la Patria. 

          Sus mejores seguidores (Néstor y Cristina) no lo trataron personalmente e incluso formaron parte de aquella juventud que se animó a interlocutarlo con sentido crítico.  Hoy aparecen en las banderas ellos dos, el General y Evita. 

          Es que, a cuarenta y cuatro años de su partida, Perón sigue resultando imprescindible para entender el desde dónde y el hacia dónde ir, entre otras cosas porque su nombre permanece como paradigma de dignificación e inclusión de los trabajadores, tan necesario como entonces y tan necesario como los que convirtieron su nombre en contraseña, pertenencia y orden de combate. 

          Gracias, entonces, General.
          Adonde esté.


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