Los teros. Las
águilas. Los ruiseñores.
Los cóndores
verdes de los cebiles en flor, del final de la primavera.
Estoy cantando.
Y canto, canto y
sigo, mi amor, y estamos en diciembre, y me reconforto adivinando la distancia
entre los cerros, anteriores a la pared marrón de la puna. Y canto, canto.
Tarareo y silbo.
Y me hundo en el cuenco majestuoso del río Yacone, casi seco en el verano, como
una triste cabellera blanca de una anciana enamorada de sus días de juventud.
Alcanzo a
distinguir el vapor que sube desde el tapizado montaraz de las laderas.
Toda la luz de
los reflejos se reúne en el ciclo de la lluvia.
Mis ojos, son
hojas de árboles y yuyal que se resiste al machete y crece y florece
y se antepone en
ese discurso rojinegro y amarillo y ocre,
homologado por la
pacha mama; de ramas y perfiles de frutos y semillas
y seres
indefinidos con formas humanas o de bestias.
La luz amarilla
se hace redonda
con nubes como
rocas caídas al fondo de esa muralla de la puna,
que nieva piedras
hacia un cielo celeste y verde.
Celeste del juego
de la vista en sortear las ramas y otros verdes corriendo el telón amarillo,
violeta y blanco de corcheas y semicorcheas de los sapos.
El río es una
golosina que hace ruido en la saliva.
La saliva es una
súplica de buen tiempo.
Y las nubes
grises y azules caen delante de mí con neblina y fresco.
En el cincuenta y
cinco,
La Fusiladora ó “Revolución
Libertadora” (nombre de fantasía
de la empresa
oligárquica argentina)
usó a los
uniformados de las tres fuerzas armadas contra su pueblo,
para tomar el
poder y echarlo a Perón de un gobierno elegido por su pueblo.
Porque le
quitaban la propiedad de la nación.
Le quitaban la
alternancia de esos festivos señores mamarrachos de la alta
sociedad de
apellidos señoriales. La estirpe patricia a cambio de un aluvión de
trabajadores del interior de la patria en la nueva industria pesada argentina.
No queda un solo
militar dispuesto a tomar las armas contra el pueblo.
La independencia
se construía con revolución y trabajo digno.
Y la oligarquía
se resistió a ese atropello de los tiempos nuevos,
que avanzaba
hacia la distribución equitativa de la riqueza.
Hoy, tienen el
poder de forma democrática.
Evolucionan en la
mentira. Justifican la esclavitud y nos cuesta creerlo.
Se cercioran de
las sucesivas mutaciones del mando.
Seduciendo las
masas de trabajadores con los medios informativos y los espejismos de la
evolución natural en clases sociales.
Fusilaron con
balas, en el ´55 a los leales que resistieron el derrocamiento de Perón.
Hoy fusilan con
hambre y quita de conquistas populares. Ya no es más lo tuyo, estás frente a
las armas en un basural. Estás muerto..
Ahora la torta,
volvió a ellos. Los dueños del país.
El río es tibio y
transparente.
Me recuesto de
espaldas.
Los generales se
suceden.
Los brigadieres.
Los capitanes
mayores.
La luz del cielo
habla de la tristeza.
Sabe qué pasó por
esta tierra la usurpación de la propiedad.
El agua me
acaricia y me lleva en su torrente suave.
Da golpeteos
pequeños en mi espalda,
tendida al
natural líquido de la montaña.
Un señor tiene el
acceso a la propiedad de una tierra que trabaja otro.
Los cerros son
roca sofocante y oscura de alguna vez.
Con los primeros
pájaros fríos de la cordillera, precisamos la soledad casi inmediatamente, por
un temor urbano de posesión del tiempo, que no existe.
El uniforme verde
y azul,
esconde un
invierno que no para de crecer con el sufragio universal.
Redondas como
burbujas de clorofila,
alargadas como
espadas de la independencia,
compuestas y
unidas en nervaduras rojas, verdes, azules como banderas.
Como labios de
carne como labios de fuego como piernas torneadas por el frenesí evolutivo de
la especie.
Hojas permanentes
de un verde cósmico.
Hojas de agua de
lluvia negra.
Representante de
las formas azules de arriba.
En
el cerro, 21.12.2016 / 12.01.2017
Imagen:
Diputada Mayra Mendoza, 21 de diciembre de 2016. Represión en “la Jujuy” de Gerardo
Morales.
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