Escribir poesía después de Juan Gelman
Por JULIÁN AXAT
La muerte de Juan Gelman provoca evocaciones de todo tipo, se escriben poemas,
recordatorios, memorias, hasta epitafios. Se percibe, de pronto, una suerte de
“gelmanía” en todas las redes sociales, hasta los que salen a la compra
desaforada de sus obras completas (algo bienvenido, desde ya) y que no se les
daba por la poesía. Nadie quiere quedarse atrás, ni siquiera los poetas de la
llamada generación del ’90 (Casas, Cucurto, Gambarotta y cía.), que embarcados
bajo cierta tendencia materialista, decadente y pop, denostaron su poesía; sin
embargo ahora –muchos diarios los convocaron a opinar– refieren haberse sentido
influenciados por el poeta que se fue. La confesión de los poetas de los ’90 es
casi una autoincriminación dialéctica, pues la negación se ha tornado en
afirmación.
No tiene sentido iniciar ahora una polémica
sobre las herencias y legados con los poetas noventistas que fueron ungidos por
el campo literario en la etapa neoliberal y ahora están en liquidación; sí en
todo caso reconocer que con la muerte de Gelman
la poesía argentina ha quedado huérfana, tronchada, en estado de tránsito,
reescritura o pase generacional al vacío, o duda hamletiana existencial.
Quizás este proceso en estos últimos treinta
y cinco años tenga que ver con los legados de Néstor Perlongher, Joaquín
Gianuzzi y Leónidas Lamborghini y –ahora– con Juan Gelman. Poetas que
transfieren su cuerpo y escritura (poeta y poema son lo mismo al decir de A.
Rimbaud), un mensaje a un tiempo por venir: la palabra justa. Y aquí aparece el
dilema de las influencias que, al decir de Harold Bloom, es dilema de los
fantasmas, es decir los epígonos en la poesía bailando alrededor de las nuevas
generaciones de poetas que están escribiendo en Argentina desde 2001 para acá.
De estos cuatro poetas que he mencionado más
arriba, Juan Gelman quizá haya logrado
ser poeta mayor. Es decir “Poeta”. Aparece la cuestión de lo oficial, lo
estatal, los galardones, los honores y la nacionalidad. Más allá de las
diferencias entre sí, ocurre con Ernesto Cardenal, ocurrió con Pablo Neruda y
Octavio Paz. La coagulación estético, política, social, histórica hicieron de
la figura de Juan Gelman un embajador de los versos; algo de lo que Jorge Luis
Borges ha sido para nuestra narrativa.
La muerte de Juan Gelman consagra una figura
que ya es antes y después. Al fin y al cabo, la polémica con Oscar del Barco
(un duelo de poetas fallido por decisión del propio Gelman en el exilio) no
opaca el proceso de construcción-consagración del cuerpo escritura Juan Gelman.
La poesía argentina es epigonal, no cabe
duda (siempre tiene un padre o un abuelo para reescribir o contra el que
escribir). Los epígonos de Gelman sobran, los nietos lo buscan, los hijos lo
admiran, aquellos que lo negaron ahora lo afirman. El problema ya no es
escribir “como”, el problema es “ser o no”, y a partir de ahora, escribir poesía
después de Juan Gelman.
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-238145-2014-01-21.html
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