LA REVOLUCIÓN CIUDADANA
¿Cómo conoció al presidente Rafael Correa?
–¡Yo no lo conocía personalmente antes de ser ministro! Apenas fue elegido, él me invitó a una reunión en su oficina en Quito. Allí me contó que iba a crear un Ministerio de Cultura –desdoblándolo del de Educación– y que su idea era proponerme como primer ministro de Cultura del Ecuador. Me lo dijo así, tan tranquilamente. Le pregunté si podía pensarlo unos días. No, me dijo, necesito saberlo cuanto antes, necesito empezar a trabajar ya mismo en las áreas clave. Ahí fue cuando le advertí que yo no lo había votado.
–¿Y a quién había votado?
–Es que en mi país hay dos vueltas en las elecciones, en la primera se presenta una cantidad de candidatos, a la segunda van los dos que obtienen más votos. Yo en la primera vuelta había votado a un amigo que fue rector de la Universidad de Guayaquil, León Roldós, que no pasó a la segunda vuelta. Cuando se lo advertí al presidente Correa, él no se inmutó: Agradezco que me lo hayas dicho, eso habla muy bien de ti y no cambia de ninguna manera el ofrecimiento, me dijo.
–Tras casi dos años en el cargo, usted renunció. ¿Por qué?
–Porque soy un soldado de la Revolución Ciudadana y siempre estaré cubriendo el cargo en el que sea necesario, hasta que sea necesario.
–¿Para qué es necesario un soldado poeta?
–Se trata de las otras armas, las de la inteligencia y las de la acción política. El presidente me pidió que me fuera como embajador a Nicaragua, y allí fui, voy a cumplir tres años en esta función, con gran felicidad. Mi rol sigue siendo el mismo, desde otro lugar: mostrar el rostro multidiverso, multiétnico, del Ecuador en la política exterior y en las misiones diplomáticas de nuestro país. Lo mismo hice cuando fui embajador ante la Unesco, hasta que el entonces presidente Lucio Gutiérrez se divorció totalmente del pueblo que lo había elegido y de los movimientos sociales que lo llevaron al poder, declarándose el mejor amigo del imperio entre los presidentes latinoamericanos. Entonces, claro, renuncié.
Entrevista de Karina Micheletto en Página/12 del viernes 25 de febrero de 2011.
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