La
mano con la que Darío Santillán paró la muerte,
la mano gigante de Darío, la mano sin tiempo y sin
fronteras de Darío, que a partir de ese momento
se alzó en los paredones, en las pancartas y afiches,
en los fondos y en los frentes, sobre cualquier género
o papel, en todo espacio, en lo material que nos cubre
y en el espíritu que nos desnuda; aún en el agua y en
los sueños, esa mano más alta que las montañas del
Oriente, más aullante que el aullido que estremece
la luna, más eterna que la misma eternidad, esa mano
para proteger a Maximiliano Kosteki, el joven
piquetero, el joven artista que moría junto a él, el joven
y viejo Darío Santillán, que a los 20 años se hizo cargo
del dolor del mundo.
De la rebeldía del mundo.
Acaso para que el mundo y nuestras vidas
no murieran del todo.
O, mejor dicho,
para resucitarnos.
La mano de Darío más bella que nunca.
Porque ahora esa mano era de todos.
Como un inolvidable, feroz y dulce deseo.
la mano gigante de Darío, la mano sin tiempo y sin
fronteras de Darío, que a partir de ese momento
se alzó en los paredones, en las pancartas y afiches,
en los fondos y en los frentes, sobre cualquier género
o papel, en todo espacio, en lo material que nos cubre
y en el espíritu que nos desnuda; aún en el agua y en
los sueños, esa mano más alta que las montañas del
Oriente, más aullante que el aullido que estremece
la luna, más eterna que la misma eternidad, esa mano
para proteger a Maximiliano Kosteki, el joven
piquetero, el joven artista que moría junto a él, el joven
y viejo Darío Santillán, que a los 20 años se hizo cargo
del dolor del mundo.
De la rebeldía del mundo.
Acaso para que el mundo y nuestras vidas
no murieran del todo.
O, mejor dicho,
para resucitarnos.
La mano de Darío más bella que nunca.
Porque ahora esa mano era de todos.
Como un inolvidable, feroz y dulce deseo.
Vicente Zito Lema (Buenos Aires,
1939). Poeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario