El pueblo es una latencia,
una latencia palpitante,
una raíz, que en cualquier momento
hace una planta, un gran árbol
o una enredadera
vigorosa, medular, indetenible;
y ahí están
tu abuelo, tu antepasado pobre
(al que le faltaban siempre 5),
y ahí están
mi viejo y tu viejo, sacudidos,
y los negritos, los trigueñitos,
los azulitos, y los que se
despertaron tarde
y los que cruzaron la calle,
en plena lluvia, con un diario
abierto en la cabeza,
les guste, queridos, o no les guste,
mientras el mundo sea mundo,
el pan siga siendo pan,
y el madrugador sol nos toque
cada día la cabeza.
Buenos Aires, 24 de marzo, 2019
¡Oh!, no sabía que el poema tuyo que Mirta me leyó ("les guste, queridos, o nos les guste": un hallazgo allí donde cupió) desde su celular hoy por la tarde, en un descanso (de respetable paseo-caminata: Flores hasta Caballito y ya cuando regresábamos a nuestra casa) para merendar en una confitería, podría ser leído en director por mí y en poesíaypolítica, Eduardo.
ResponderEliminarAbrazos para vos y para José María.
Rolando
Bravo Eduardo Dalter. Hermoso poema. Me llena de esperanzas el día de hoy. Muchas gracias.
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