Roque Azcurraire |
NOS TORTURARON, OTRA VEZ
Hace dos noches que vengo atrapado en la
misma pesadilla: una secuencia espeluznante que decidieron grabar en mi propia
casa, volviéndome protagonista del miedo que comenzó cuando uno de mis sobrinos
apareció corriendo desesperado, porque la Prefectura había golpeado a su
hermano arriba del colectivo. Alertados por su agitación, varios vecinos
salieron hasta la avenida Iriarte para exigir explicaciones ante un ejército de
fantasmas armados, sin identificación. Nada nuevo. Nada raro. Nada casual.
Mi casa está ubicada en un pasillo de la
Villa 21. Y ese pasillo nace justo en la casa de Iván Navarro, nuestro
compañero torturado hace dos años por esta misma Fuerza, que hace una semana
tiene a 6 prefectos en el banquillo de los acusados por esa causa. O sea, lo torturó
la Prefectura y hoy lo cuida la Prefectura, ¿entienden? Pues justo ahí, se les
dio por empezar a reprimir el tumulto de personas que habían agitado ellos
mismos, con sus maltratos a los chicos. Al principio, traté de apaciguar los
ánimos mediante el diálogo, pero poco a poco iban cayendo más y más
uniformados, con escudos antidisturbios. No había delito, ni conflicto, ni
nadie para perseguir: había un plan premeditado, para venir a reprimir. Así, de
una, comenzaron a repartir palazos a mansalva y balazos de goma contra la casa
de Iván, donde además vive su papá, que debe declarar el próximo viernes.
Lejos de cualquier heroísmo, decidí
resguardarme junto a los míos en mi domicilio porque lógicamente me asusté,
pero nunca imaginé que también ellos irrumpirían en el pasillo, apaleando
mujeres y niños, hasta llegar a mi puerta. Sin orden judicial, ¡la rompieron a
patadas! Y trataron de señalar que utilizábamos un palo para defendernos,
cuando el único palo que había era la "llave" que cierra desde
adentro nuestra casa, donde vivimos tres familias juntas, sin cerradura.
Ante los ojos brillosos de mi sobrinito,
embistieron contra todos nosotros, pegándole a mi cuñado, manoseando a mi
hermana, arrastrándome por el piso, lastimándonos a todos. Invadidos, literalmente,
por quienes vienen a "cuidarnos", terminamos nadie sabe cómo
detenidos por vaya a saber uno qué delito y fuimos trasladados hasta la garita
en Luna y Luján, padeciendo la misma práctica que aplicaron en los 6 casos de
tortura que La Garganta denunció en mi barrio, sólo entre abril y mayo: el
"levantamuertos". Gas pimienta en los ojos y esposas en las manos,
para vernos retorcidos en el piso. Yo les rogaba que me quitaran las esposas
para poder respirar, porque necesitaba frotarme la cara, que se me quemaba en
un ardor insoportable. Pero se mataban de risa: "Callate, negro de mierda,
que no pasa nada, es todo psicológico", me decían, entre patadas y
trompadas.
Al llegar a la garita, nos tiraron en el
piso y hacían fila para golpearnos. Nos obligaban a repetir nuestros nombres,
entre rodillazos a las costillas. Y después otra vez, entre pisotones en los
pies. Y después otra vez, entre patadas a los tobillos. Y después otra vez,
entre piñas a la cabeza. Gritando, como pude, intenté decirles que tengo una
hendidura en el cráneo y podían matarme si seguían haciendo eso. Pero la
respuesta fue más clara todavía: “Por eso lo hacemos, porque a ustedes hay que
matarlos".
Después de tres horas, mientras un
patrullero paseaba a mi hermana por toda la villa, sin avisarle a mis
compañeros, ni a mi familia, que la seguían buscando, me trasladaron hasta la
Comisaría 30 junto a mi cuñado Pablo. Y sinceramente, otra vez lejos de todo
heroísmo, mi desesperación era tan grande que sólo les repetía en el
patrullero: “Ya está, basta, si me van a matar, mátenme, pero mátenme ahora”.
Yo no hice nada. O sí: luché, luché y voy a seguir luchando, para que nunca más
ningún villero deba sufrir esta mierda.
No
tengo dudas que me pasa por pobre y me pasa por negro, pero también me pasa por
no callarme la boca y por seguir abriendo La Garganta, para que nuestro grito
retumbe por todos lados.
Porque sí, nos pueden encontrar muertos,
¡pero nunca nos van a encontrar callados!
¡pero nunca nos van a encontrar callados!
No hay comentarios:
Publicar un comentario