Llegó el día. Mañana declaro ante el
Tribunal Oral Federal de La Plata en la causa “Cacha”. Declararé como hijo,
como testigo, como víctima, como querellante por el secuestro y desaparición de
mi mamá Ana Inés Della Croce y mi papá Rodolfo Jorge Axat, ocurrido en la
madrugada del 12 de abril de 1977. Yo por entonces tenía siete meses y estaba
en el momento de su desaparición; estaban también mi tía Cristina y mi abuela
materna Nelly. Crecí con el relato de ellas sobre lo que ocurrió esa noche. Por
eso, después de 37 años, seré el testigo judicial de un momento que viví, pero
mediado por la voz de mi familia.
En la víspera de una declaración judicial
me atraviesa un vértigo sobre qué contar y no contar. Conozco perfectamente la
forma de los relatos judiciales porque convivo a diario con los sistemas
judiciales. Ahora seré yo el testigo de mi propio proceso. Pero, ¿cómo ser ese
testigo? ¿Cómo hablar de un momento en el que tenía siete meses? Los mejores
testigos deberían ser mis padres, aunque esa imposibilidad radical me pone en
el banquillo a mí. Pero yo nunca podría ser ellos, como tampoco podría ser la
voz de mi tía y de mi abuela. ¿Qué contar en el juicio? ¿Cómo contar mi vida?
Estar parado ante la propia Historia en un momento bisagra y después de años de
impunidad. ¿Por dónde arrancar?
Me siento cual Hamlet generacional,
eligiendo mis palabras frente a la verdad, buscando piezas de mí mismo para la
construcción de la memoria y la Justicia que, por fin, llegó. En esa
investigación sobre mí mismo percibo que quise ser abogado para defender mi
historia, para defender a mis padres. Yo quise llegar acá y dejar de ser
víctima. Voy a hablar, voy a contar. Por fin soy testigo.
Desde hace meses que vengo estando
presente en las declaraciones de mis compañeros, y estas preguntas nos las
hicimos todos, cada uno a su manera. Nos juntamos a pensar esas declaraciones.
¿Ser testigos o no serlo? El cómo, el qué, el porqué, el cuándo. Esas son las
preguntas que nos hacemos antes de llegar a los estrados. Discutimos el aspecto
político y cómo acompañarnos. Desde afuera es sorprendente la imagen de los
hijos delante de jueces y atrás, los asesinos de nuestros padres. Pero la más
sorprendente es la de los nietos, nuestros hijos mirando entre el público a sus
padres, hablando de sus abuelos desaparecidos frente a los asesinos. Tres
generaciones que transfieren memoria frente a la Justicia.
En estos días volví a reordenar mi
archivo, los papeles de mi abuelo, a leer los hábeas corpus rechazados, el
testimonio de mi fallecida abuela en los Juicios por la Verdad, las cartas
rogando al Episcopado, las denuncias a la OEA, etcétera. Pero me detuve en
declaraciones de mis compañeros. Esos son los papeles de mi archivo que más me
interesan: el archivo de los hijos testigos. Traté de recopilar los testimonios
que estaban transcriptos y los puse sobre la mesa. Los fui analizando uno a
uno, clasificando por maneras de decir: declaraciones de hijos con fuerte
impronta política, más de tipo intimistas, más historiográficas y detallistas.
El laberinto de las palabras y las cosas. Cierta enciclopedia china de la
memoria de las víctimas del terrorismo de Estado argentino. Todas formas
desgarradoras de decir la verdad, todas maneras particulares en el orden que
tiene cada hijo frente a su historia, que es a la vez la Historia trágica de
este país.
Pienso que esas formas del relato que
asumen los hijos al declarar en los juicios, van ingresando a las actas y se
plasmarán como un antes y un después. Atravesamos un momento en el que si esto
es posible, es porque un contexto social y político lo permite. Esta es la
conquista de todos estos años, y el resultado es la voz diversa de los hijos
como testigos.
Se puede pensar que los hijos testigos
somos la estructuración de nuestra identidad a la hora de posicionar el archivo
de la memoria individual frente a los jueces que, al fin, llegaron a escuchar
ese reservorio biográfico que nos constituye como memoria colectiva, antes
negada. El momento de declarar en los juicios, a esta edad en la que incluso
superamos la edad de nuestros padres al ser secuestrados, constituye uno de los
momentos más importantes para nuestras vidas y para la Historia institucional.
El momento de la declaración judicial como un punto de inflexión, como verdad
pública ante años de ocultamiento e impunidad. Dado que los represores siguen
en su pacto de silencio, quizás el momento de la declaración de los hijos sea
uno de los hechos más radicales de los juicios por derechos humanos. Al hijo
testigo lo pienso como una suerte de aullido generacional. La poesía después de
la ex ESMA.
La búsqueda y construcción de una
identidad dentro de los efectos del terrorismo de Estado llevan a la metáfora
del detective de la historia, el armador de un rompecabezas que se posiciona
como testigo (de la Historia). Mi generación es una generación de armadores de
rompecabezas, una generación de detectives (políticos, jurídicos y literarios);
por eso testigos de ese armado. Nuestra identidad es el conjunto de piezas
sueltas que patearon las botas de los milicos al irrumpir en nuestras casas
cuando teníamos pocos meses. Cada pieza que juntamos es una palabra, una
caricia perdida; como un fémur, una tibia, la osamenta de un cuerpo que todavía
no está y hay que hay que salir a buscar, o reconstruir sobre el terror de la
ausencia. La sensación de justicia es cuando el rompecabezas ya casi está
armado. El hijo testigo es el momento de poner en funcionamiento la novela de
nuestras vidas. La última pieza siempre falta.
La escritura o la vida. Pienso si el
miércoles debo llevar algo así como un libreto armado a mi declaración. Creo
que no. No quiero estar cómodo cuando declare, quiero sentir la adrenalina de
estar ahí, y que mi cuerpo hable por mí. Llevo muchas voces guardadas que van a
salir en el momento. Ese es mi archivo. Me confío. Llevo mi cuerpo. No voy ya
como víctima. Voy a afirmar mi identidad.
http://juicioporlacacha.blogspot.com.ar/
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Doy Gracias al azar , a un artículo leído en página 12 y gracias a la vida de saber de tu existencia y tus escrituras. Lo que escribiste me llegó tanto tanto que simplemente quería decirte Gracias x tanta luz, honor, memoria y verdad. Cariños desde Tucumán.
ResponderEliminarDoy Gracias al azar , a un artículo leído en página 12 y gracias a la vida de saber de tu existencia y tus escrituras. Lo que escribiste me llegó tanto tanto que simplemente quería decirte Gracias x tanta luz, honor, memoria y verdad. Cariños desde Tucumán.
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