La
madrugada del 12 de abril de 1977 mis padres Rodolfo Jorge Axat y Ana Inés
della Croce fueron detenidos en La Plata y trasladados al centro clandestino
conocido como La Cacha. Hay testigos que sobrevivieron y los vieron en ese
lugar. Para agosto de 1977, ya no se sabe más sobre el destino de mis padres.
Cuando esto sucedió, yo tenía sólo siete meses; tuve la suerte de que en el
momento estaban mi abuela y mi tía, con quienes me crié. Hoy tengo 37 años y
voy a comenzar a presenciar el juicio que marca mi historia.
Recuerdo
que cada vez que mi familia pronunciaba la palabra Cacha se producía un fuerte
silencio. El nombre refiere a la bruja desaparecedora de la tira Hijitus,
Cachavacha, con el que los propios represores bautizaron cínicamente el lugar.
Con el tiempo fui investigando más sobre el tema. La primera reconstrucción
sobre el CCD es gracias a los sobrevivientes Néstor Torrillas, Nelva Falcone,
Alberto Diessler, Roberto Amerise, Ana María Caracoche, José Luis Cavalieri,
Alcira Ríos y Luis Pablo, cuyas declaraciones brindadas en 1983 ante la
Comisión Arquidiocesana de San Pablo (conocida como Clamor) fueron
indispensables para identificar lugares, apodos de represores, personas vistas
y funcionamiento interno.
Según
el informe posterior elaborado por la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos,
por La Cacha pasaron al menos 239 personas, 98 de las cuales fueron
desaparecidas, 64 liberadas, de 15 se desconoce el destino, y hubo al menos
nueve niños nacidos en cautiverio, muchos de ellos apropiados desde el hospital
de la Unidad Penitenciaria Nº8.
El
CCD fue creado en el marco de una etapa definida del plan sistemático de
represión ilegal diseñado por la junta militar y respondió a la necesidad de
obtener información precisa para desmantelar los últimos vestigios de
resistencia organizada a la dictadura. Funcionó entre mediados del ’76 y fines
del ’78 en la antigua planta transmisora de Radio Provincia, en Olmos,
emplazado a 50 metros de lo que hoy es la entrada principal de la ex Unidad
Penitenciaria Nº8 y a unos cien metros del muro de la Unidad Nº1 Olmos. Por sus
características, fue uno de los centros clandestinos de detención más
sofisticados, por la coordinación represiva entre policía, penitenciarios,
Fuerzas Armadas, Marina y varios órganos de inteligencia que actuaron en el
lugar.
En
una inspección judicial ordenada en 2011, tuve la oportunidad de visitar el
predio que aún pertenece a la órbita del Servicio Penitenciario Provincial. Si
no fuera por una medida de no innovar, los resabios del perpetrador seguirían
destruyendo prueba esencial, así como ocurrió con el galpón de varios niveles
que albergaba a los detenidos, que para 1978 ya había sido desmantelado.
Recientes excavaciones muestran el perímetro de cemento escondido debajo del
descampado, lugar donde fueron hallados los restos de una picana. Es el “aquí
no ha pasado nada”, el mismo silencio que permite al Servicio Penitenciario
que, todavía a cien metros, se siga torturando en la Cárcel de Olmos.
Anuladas
las leyes de impunidad en 2003, reabierta como causa Nº 16.419 “Dr. Félix Pablo
Crous s/ denuncia (La Cacha L. Olmos)”, ésta quedó radicada en el Juzgado
federal (electoral) de Manuel Blanco, quien recién en diciembre de 2009 ordenó
detenciones, que se efectivizaron en marzo de 2010. Aunque como suele ser
costumbre, las detenciones alguien las sopla de antemano, lo que dio plazo de
gracia a tres imputados fundamentales a fugarse: Ricardo Luis Von Kyaw (hay
denuncias de que lo vieron en Paraguay y que maneja importantes empresas de
seguridad privada en Argentina), Teodoro Aníbal Gauto (aún hoy en Israel) y
Miguel Angel Amigo (integrante del Destacamento 101 finalmente detenido en
junio de 2012 y sumado a la causa en agosto de 2013).
Las
imputaciones mediatas recayeron sobre Ibérico Saint Jean (muerto en 2012) y su
ministro de Gobierno Jaime Smart; 13 integrantes del Destacamento 101 (incluido
su jefe Arias Duval, quien falleció en 2012). Dos penitenciarios (el Oso Acuña
y su jefe Isaac Miranda) y un marino (Juan Carlos Herzberg). Sobre un total de
137 casos de secuestros y torturas, 10 homicidios y tres apropiaciones de
niños, restando los ocho genocidas que murieron en el transcurso de la causa y
quedaron impunes, y sin contar a dos de los prófugos mencionados, llegan
entonces al juicio sentados en el banquillo Carlos Hidalgo Garzón, Jorge Di
Pasquale, Gustavo Cacivio, Ricardo Fernández, Luis Perea, Roberto Balmaceda,
Emilio Herrero Anzorena, Carlos Romero Pavón, Anselmo Palavezzati, Jaime Smart,
Juan Carlos Herzberg, Raúl Espinoza, Claudio Grande, Héctor Acuña, Rufino
Batalla, Isaac Miranda, Miguel Angel Amigo, Miguel Osvaldo Etchecolatz, Julio
César Garachico, Eduardo Gargano, Horacio Elizardo Luján.
Más
allá de las dudosas fragmentaciones procesales avaladas por el juez instructor
electoral, con prófugos, dilaciones y muerte mediante de genocidas; aun así, el
camino de la lucha dada todos estos años por parte de organismos, familiares,
sobrevivientes ha sido el que nos llena de orgullo y esperanza, porque –en este
derrotero– se lograron saltar etapas, y hoy sentimos que en los tiempos que
corren aún es posible creer en memoria, verdad y justicia. El día del juicio a
La Cacha llegó, y eso es lo importante. Cuando el debate quede abierto, para
nosotros, la historia ya comenzará a ser otra.
Julián
Axat, poeta y Defensor juvenil. Víctima querellante.
Dejen de inventar. Es cansador leer siempre lo mismo y perjudicar a otras personas en lugar de dejar vivir a los que acusan. Es una injusticia. Está mal echo.
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