miércoles, 27 de enero de 2016

Carlo Bordini, En este mundo que se precipita hacia la barbarie


POEMA A TROTSKY

Y qué habrás pensado
asesinado por tus mismos hermanos
acosado por ametralladoras proletarias
un sabor dulce y amargo
un sabor de sangre en la boca
qué pudiste pensar de los hombres
si acaso habrás pensado
León Trotsky

En 1918 Trotsky era el jefe
del ejército rojo. Había tenido que organizar,
como bien se sabe, un ejército de la nada.
Había organizado una caballería compuesta por
obreros,
aprovechando el espíritu patriótico de muchos oficiales
zaristas,
organizando la acción de bandas que actuaban aisladamente,
etc. Había tenido
que ser listo, astuto, despiadado, y
previsor.
Supo que Alekhine, campeón mundial de ajedrez,
y uno de los más grandes genios, del mundo del ajedrez,
gran maestro internacional,
estaba preso en Moscú.
Fue a verlo y le propuso
que jugaran un partido.
Alekhine, atemorizado, empezó
jugando mal.
Trotsky le dijo: si pierdes,
te mando fusilar.
¿Fue la arrogancia del sátrapa
o la exaltación de la lucha
que le sugirió esta frase sin duda irónica?
¿Alekhine quería perder?
¿Acaso Trotsky quería perder?
¿Ambos querían tal vez perder?
Siempre me ha impresionado este encuentro
entre el estratega y el ajedrecista
como el partido de ajedrez entre el caballero
y la muerte
(hay una espléndida fotografía de Tito
jugando al ajedrez).
¿Trotsky quería perder?
¿Su alma judía concebía ya
el éxodo terrible?
Alekhine ganó. Poco después
fue liberado y emigró a París.
Fue campeón del mundo
desde 1927 hasta poco antes
de su muerte. Se suicidó en
1946, acusado
de colaboracionismo con los alemanes.

En mi juventud he sido
trotskista muchos años. (los años mejores). Subyugado
por el atractivo de Trotsky,
hombre derrotado.
Subyugado por esta angustia de la derrota
por este atractivo de la angustia de la derrota,
por este hombre derrotado,
doblemente derrotado,
Yo estudiante estuve subyugado.
Este hombre noble y sufrido,
y al mismo tiempo fuerte,
yo que he tenido un padre
general, y fascista, y no muy atractivo,
Fui subyugado.
Ahora te vuelvo a examinar
y me veo a mí mismo.
Tu ferocidad purificada por la muerte,
Fuiste un padre
honrado,
un ejemplo,
una figura noble,
Un guerrero
que sabe morir.
Yo que no sabía para nada qué hacer de mi vida,
elegí tu muerte
impregnada de inteligencia.
Tú, intelectual hebreo radical,
pedante,
cristalizado y deshecho en migas,
padre sufrido
nuevo Jesús y Cristo.
La fascinación del martirio
me hipnotizó estudiante.
Me fascinó el hombre tajante,
casi pirandelliano,
capaz de expresarse
con frases lapidarias,
"Ni paz ni guerra"
"Proletarios a caballo".
Como tantos también tú morías por los demás
noble caballero
también yo he comido un pedacito de ti.
Demasiado venenoso es tu alimento.
Hombre del equilibrio
siempre desplazado hacia adelante
en perpetuo movimiento
tal vez te querías caer (hacia adelante).
Y lo bueno era que tenías razón
o por lo menos en gran parte tenías razón.
Me acurruqué en tu razón, porque tenías razón,
pero total, era ya una razón derrotada, y así,
vivía en la parte de atrás de la historia, y estaba cómodo.
Nadie podía molestarme. Total tú ya estabas muerto.
Yo habría tenido que esperar todavía algunos decenios para morir
y mientras tanto aferraba la razón. Estudiante, eso decidí.
No obstante tu racionalidad radical era heroica
cómodo vivir del heroísmo ajeno. Así morí viviendo.
Luego renací. (No podía renacer si antes no moría). ¿de tu muerte
qué renace? Nada. Una sola frase, una sola
palabra,
"O socialismo o barbarie". La razón derrotada tiene su revancha.
[Revancha horrible, trágica revancha, trágica lucidez, aniquiladora
profecía. Viví sudando muerte, sabiendo lo que iba
a venir, y ahora que la barbarie
cunde, y tu optimismo precipita,
no cae tu inteligencia. Inteligencia estéril. Es verdad: o socialismo
o barbarie. La barbarie cunde,
o socialismo o barbarie. Yo lo sabía y fingiendo
optimismo revolucionario
contemplaba la catástrofe de la Historia.
Tal vez quería perder yo también, como la historia que he contado,
que no sé si será verdad,
pero me ha fascinado
Trotsky, jefe del ejército rojo, desafía al
campeón mundial de ajedrez, ambos
quieren perder, ambos pierden, terminan
trágicamente, pero qué hermoso,
qué hermoso elegir la parte del perdedor, morir por poder notarial
a través
de los demás,
suicidarse en efigie
(en ese periodo había pensado en el suicidio como posible
estrategia
de mi sentido de inutilidad)
y luego encontré el artículo de periódico que hablaba de este
partido de ajedrez
y me quedé
fascinado
ahora soy muy distinto de cuando empecé este
poema
sé muchas cosas
y tantas otras que no están escritas aquí  
en ese periodo había también una chica rubia un amor desafortunado
he jugado demasiado con los sentimientos de otros 
No es verdad: viví una situación de milenarismo,
por eso me quedé allí tanto tiempo.
en este mundo que se precipita hacia la barbarie


Carlo Bordini (Roma, Italia, 1938).
Traducción de Martha Canfield.
En “Polvo”, Lustra, Perú, 2015. 

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