POEMA A TROTSKY
Y qué habrás pensado
asesinado por tus mismos hermanos
acosado por ametralladoras proletarias
un sabor dulce y amargo
un sabor de sangre en la boca
qué pudiste pensar de los hombres
si acaso habrás pensado
León Trotsky
En 1918 Trotsky era
el jefe
del ejército rojo.
Había tenido que organizar,
como bien se sabe,
un ejército de la nada.
Había organizado
una caballería compuesta por
obreros,
aprovechando el
espíritu patriótico de muchos oficiales
zaristas,
organizando la
acción de bandas que actuaban aisladamente,
etc. Había tenido
que ser listo,
astuto, despiadado, y
previsor.
Supo que Alekhine,
campeón mundial de ajedrez,
y uno de los más
grandes genios, del mundo del ajedrez,
gran maestro
internacional,
estaba preso en
Moscú.
Fue a verlo y le
propuso
que jugaran un
partido.
Alekhine,
atemorizado, empezó
jugando mal.
Trotsky le dijo: si
pierdes,
te mando fusilar.
¿Fue la arrogancia
del sátrapa
o la exaltación de
la lucha
que le sugirió esta
frase sin duda irónica?
¿Alekhine quería
perder?
¿Acaso Trotsky
quería perder?
¿Ambos querían tal
vez perder?
Siempre me ha
impresionado este encuentro
entre el estratega
y el ajedrecista
como el partido de
ajedrez entre el caballero
y la muerte
(hay una espléndida
fotografía de Tito
jugando al
ajedrez).
¿Trotsky quería
perder?
¿Su alma judía
concebía ya
el éxodo terrible?
Alekhine ganó. Poco
después
fue liberado y
emigró a París.
Fue campeón del
mundo
desde 1927 hasta
poco antes
de su muerte. Se
suicidó en
1946, acusado
de colaboracionismo
con los alemanes.
En mi juventud he sido
trotskista muchos
años. (los años mejores). Subyugado
por el atractivo de
Trotsky,
hombre derrotado.
Subyugado por esta
angustia de la derrota
por este atractivo
de la angustia de la derrota,
por este hombre
derrotado,
doblemente
derrotado,
Yo estudiante
estuve subyugado.
Este hombre noble y
sufrido,
y al mismo tiempo
fuerte,
yo que he tenido un
padre
general, y
fascista, y no muy atractivo,
Fui subyugado.
Ahora te vuelvo a
examinar
y me veo a mí
mismo.
Tu ferocidad
purificada por la muerte,
Fuiste un padre
honrado,
un ejemplo,
una figura noble,
Un guerrero
que sabe morir.
Yo que no sabía
para nada qué hacer de mi vida,
elegí tu muerte
impregnada de
inteligencia.
Tú, intelectual
hebreo radical,
pedante,
cristalizado y
deshecho en migas,
padre sufrido
nuevo Jesús y
Cristo.
La fascinación del
martirio
me hipnotizó
estudiante.
Me fascinó el
hombre tajante,
casi pirandelliano,
capaz de expresarse
con frases
lapidarias,
"Ni paz ni
guerra"
"Proletarios a
caballo".
Como tantos también
tú morías por los demás
noble caballero
también yo he
comido un pedacito de ti.
Demasiado venenoso
es tu alimento.
Hombre del
equilibrio
siempre desplazado
hacia adelante
en perpetuo
movimiento
tal vez te querías
caer (hacia adelante).
Y lo bueno era que
tenías razón
o por lo menos en
gran parte tenías razón.
Me acurruqué en tu
razón, porque tenías razón,
pero total, era ya
una razón derrotada, y así,
vivía en la parte
de atrás de la historia, y estaba cómodo.
Nadie podía
molestarme. Total tú ya estabas muerto.
Yo habría tenido
que esperar todavía algunos decenios para morir
y mientras tanto
aferraba la razón. Estudiante , eso decidí.
No obstante tu
racionalidad radical era heroica
cómodo vivir del
heroísmo ajeno. Así morí viviendo.
Luego renací. (No
podía renacer si antes no moría). ¿de tu muerte
qué renace? Nada.
Una sola frase, una sola
palabra,
"O socialismo
o barbarie". La razón derrotada tiene su revancha.
[Revancha horrible,
trágica revancha, trágica lucidez, aniquiladora
profecía. Viví
sudando muerte, sabiendo lo que iba
a venir, y ahora
que la barbarie
cunde, y tu
optimismo precipita,
no cae tu
inteligencia. Inteligencia estéril. Es verdad: o socialismo
o barbarie. La
barbarie cunde,
o socialismo o
barbarie. Yo lo sabía y fingiendo
optimismo
revolucionario
contemplaba la
catástrofe de la Historia.
Tal vez quería
perder yo también, como la historia que he contado,
que no sé si será
verdad,
pero me ha fascinado
Trotsky, jefe del
ejército rojo, desafía al
campeón mundial de
ajedrez, ambos
quieren perder,
ambos pierden, terminan
trágicamente, pero
qué hermoso,
qué hermoso elegir
la parte del perdedor, morir por poder notarial
a través
de los demás,
suicidarse en
efigie
(en ese periodo
había pensado en el suicidio como posible
estrategia
de mi sentido de
inutilidad)
y luego encontré el
artículo de periódico que hablaba de este
partido de ajedrez
y me quedé
fascinado
ahora soy muy
distinto de cuando empecé este
poema
sé muchas cosas
y tantas otras que
no están escritas aquí
en ese periodo
había también una chica rubia un amor desafortunado
he jugado demasiado
con los sentimientos de otros
No es verdad: viví
una situación de milenarismo,
por eso me quedé
allí tanto tiempo.
en este mundo que se
precipita hacia la barbarie
Carlo
Bordini (Roma, Italia, 1938).
Traducción
de Martha Canfield.
En “Polvo”, Lustra,
Perú, 2015.
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