La emisión de hoy de 678(*) -que tuvo la presencia de Beatriz Sarlo como distintiva- fue un doble desafío a la inteligencia: en primer lugar, un desafío para el pensamiento de los espectadores que debíamos comprender que no estaba sentada en el panel una opositora que se define como “antikirchnerista” para luego recaer en la defensa de lo peor de la historia del país; sino que estaba sentada una mujer que sabe manejar el discurso, que sabe pararse en el rol de intelectual crítica, que sabe destruir mitos y que tiene una capacidad de observación que muchos vimos en sus libros y artículos periodísticos -en fin, eso monolítico que habla Sergio y que hacen de Sarlo un “ser” difícil de tratar. Por otro lado, fue un desafío para los panelistas e invitados habitués del programa, que debieron activar, ora su militancia periodística, ora su visión política de la coyuntura, pero sobre todo su defensa de los logros de la gestión del Gobierno.
Sin embargo, el fin del programa no tuvo cierre ni de debate intelectual (la honestidad de pregonar cosmovisiones ideológicas diferentes, la comprensión pero el no compartir ciertas interpretaciones, etc.), ni siquiera el cierre de debate político partidario (el grito ensordecedor, la obstinación necesaria para ser consecuente con sus proyectos etc.), tuvo el cierre de los forzados a terminar porque ya están cerrando el bar y la charla de café da para un ad infinitum de temas y cosas guardadas.
No obstante, pudo entreverse en vivo el método que utiliza Beatriz Sarlo en las situaciones más extremas en las que debe enfrentarse con todo un “pensamiento nacional y popular” que maneja un repertorio de conceptos -monopolio, Clarín, dictadura, DDHH, etc. etc.- , un repertorio de imágenes -las fotos familieras de 678, las ediciones repetitivas hasta el cansancio- y una agenda pública -la complicidad de la dictadura, el rol de los medios y las finanzas internacionales,, etc.-: vimos a una mujer persecuta -cuando se enojó con Barone, o con Mariotto, fueron perlitas- que constantemente estaba esquivando ese suelo común que plantea la línea editorial del programa, el repertorio de conceptos y las formas (repetitivas). Sarlo desde el vamos criticó (atacó) las “formas”, las materialidad misma por donde se mueve el contenido del programa. Pero lo más interesante de todo fue ver cómo Sarlo intentó defensivamente desplegar torpemente su mundo conceptual, su modo de criticar la agenda, su modo de ser intelectual esquivando los suelos comunes que podrían insertarla en un “proyecto común” o aun en un “consenso fundamental” con sus colegas o conciudadanos.
Sarlo se plantea ella misma como eje y límite. Su crítica se realiza desde el vacío, ya que su señalamiento de ciertas cuestiones a tener en cuenta- que pueden ser muy interesantes- parece no tener una última instancia de ser tributario a “una empresa”, “un monopolio”, o simplemente “la derecha”. Sarlo critica porque intelectualmente está habilitada para discutir, porque si no lo estuviera, ella simplemente sería una gorila o doña Rosa. Hay una institución y una historia cultural que permite que Sarlo tenga una visión tan sesgada como interesante.
Pero así como ella se plantea como eje y límite, hay una plena conciencia y una justificación teórica desde la ensayista acerca de su posición. Su propia corporeidad, su propia mirada soberbia hacia el panel hablaba de una mujer que sabe qué marco teórico justificaría la noción de “monopolio y poderes que cooptan” (dicho mas o menos por Forster) o “el sojuzgamiento de medios de comunicación” (dicho por Barone). Ella se defiende pero no se atrinchera del todo en esas instituciones que 678 -y el Gobierno- critican. En ese caso sería fácil correrla por izquierda o por el discurso nacional y popular. Es que eso le falta a Sarlo: le falta manejar todo el repertorio de la derecha, su mundo conceptual, su agenda para constituirse del todo en una Morales Solá o en un Nelson Castro.
Sin embargo…sin embargo, Sarlo es Sarlo y hay que tratarla como tal. Desde Barone, pasando por Sandra Russo hasta Forster, todos miraban con respeto y recato a la intelectual. Su ambivalencia y su poder discursivo la sitúan en un centro fugaz y deconstructivo que obliga a dejar un poco de lado la declaración repetitiva que defiende a CFK, y desviarse y naufragar en las palabras y declaraciones de la ensayista y ahí seleccionar qué puede ser inteligente o qué no en Sarlo. No subestimarla como podríamos subestimar a Nelson Castro o a Magdalena, pero tampoco bucear y quedar atrapado en su rizoma posmoderno que criticar fragmentos del kirchnerismo y nunca llegar a esa “ultima instancia fundamental” que es la magia y el proyecto kirchnerista.Y me atrevo a decir no sólo magia y proyecto, sino logros políticos y económicos que quedaron ya registrados en la historia
Y es que Sarlo no maneja esa filosofía “nacional y popular”, y ella puede citar a Baudrillard y a Deleuze y a Bourdieu, instrumentalizar bellamente sus conceptos como todo posmoderno , pero nunca haciéndose cargo del efecto discursivo de sus declaraciones. Pero claro, hacerse cargo de una declaración es pensar que el intelectual tiene una función política como decía Jean Paul Sartre, y la señora cree que el intelectual no debe hacerse cargo de esas cargas molestas que le endosa una época.
¿Qué defiende Sarlo? Si ella aclarara qué defiende sería más responsable con sus críticas… y sería menos Sarlo. La vemos ahí, sola, aislada, con su super ego y soberbia como apoyo y fundamento, con su responsabilidad de ser una intelectual “en el borde de todo”. Sarlo no necesita de mitos como los de Kirchner y el Eternauta, ella sabe qué teoría puede deconstruirlos, ella sabe qué funcionamiento maligno y sospechoso subyace en esas construcciones políticas calculadas.
Mientras tanto, la individualidad y mirada exclusiva de ella y nada más que de ella no molesta a su patrón, que le paga el sueldo, mientras no use su poder intelectual para destruir esos otros mitos que , esos sí, se han llevado mucha plata y vidas.
Sin embargo…sin embargo, y por último, Sarlo es tan indispensable para reafirmar la potencia del pensamiento de los de 678, y tan indispensable para ver cómo un intelectual que no comulga con la idea de “época”, de “monopolio”, de todo eso; y tampoco con la idea de “la gente”, de” dictadura K”, de” hegemonía K”, termina aislada y con su ego a cuestas, en el desierto de los discursos fragmentados.
* Se refiere a el programa emitido el 24 de mayo.
Por Jacobino en ARTEPOLÍTICA
http://artepolitica.com/articulos/la-necesidad-de-deconstruir-a-beatriz-sarlo/
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