viernes, 9 de junio de 2023

HERNÁN BRIENZA Ser un idealista es fácil




     Ser un idealista es fácil. Uno es perfecto, sueña con un mundo mejor, si tiene un buen pasar, inclusive, hasta se puede dar el lujo de ser decente. Y si el mundo no es como queremos peor para el mundo.

     Ser idealista es fácil, digo, porque desde esa pureza es posible ejercer la vanidad de criticarlo todo, de desilusionarse por cualquier nimiedad y realizar grandes renuncias o elaborar manifiestos utópicos dispuestos al fracaso pero que nos dejen en una posición estéticamente cómoda. 

     Cualquiera es idealista con un Dios cualquiera a cuesta: el cristiano, el ateo, el marxista, el liberal, el feminista o el peronista.

     Pero a mí no me interesan los idealistas, los puros, los que tienen un dios determinado. 
Yo creo en la duda, en la intemperie, en la misericordia. Para mí ser peronista no consiste en aprenderme un dogma que me tranquilice. Para mí se trata de la angustia permanente de descubrir necesidades para inventar derechos. Yo no quiero para mí la certeza de la fórmula; prefiero la incertidumbre de la condición humana.

     La intemperie es un poco eso: trabajar con otros en el lodo buscando aquello que se pueda rescatar para mejorar las condiciones materiales y espirituales de quienes formamos parte de ese lodo. Se construye con lodo y desde el lodo. Ese barro es la hermosa, horrible y contradictoria condición humana. 

     A veces con el lodo hasta las rodillas cuesta mucho caminar y dan ganas de abandonar.  Para mí ser peronista es comprender que también a veces se está cansado, y que tenemos derecho a ser relevados en la búsqueda. No se es peronista por esencia sé es peronista cuando ejercemos, cuando existimos en el lodo.

     Pensar que el lodo son los demás es hacer binarismo. El Peronismo incluye siempre la sospecha profunda de que somos parte del lodo, aunque no lo seamos. Es una suspicacia permanente, la mirada recelosa de quien se sabe falible. Para infalibles están los perfectos, los puros, los idealistas.

     Los peronistas que más me gustan son aquellos que están atentos a sus propios desatinos, aquellos que no se toman demasiado en serio a sí mismos, aquellos que miran con piedad al otro que está en el lodo con uno, los que saben que siempre es preferible el nosotros en el lodo que la asepsia individual. Quizás porque los peronistas que más me gusta son aquellos que se miran al espejo con una sonrisa ladeada y socarrona. Sin autocomplacencias pero con la infinita ternura de quien se reconoce empecinadamente humano.

     Urbi et orbi.

9 de junio de 2023 / del muro de HB en FB

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