Golpe de Estado en Bolivia |
El
que tiene los ojos cerrados, solo ve negro. Repite lo que escucha y lo postea en el Facebook: “No hubo golpe de estado en
Bolivia”, como dice el titular del canal más popular de los bares porteños.
El
que tiene los ojos cerrados, solo se ve a sí mismo en su jaula con aire
acondicionado, portero y gimnasio. Espera el verano para irse a Cancún y
sacarse fotos en la playa con sonrisa incluida y un trago en la mano.
El
que tiene los ojos cerrados dice: “no me interesa la política, todo da lo mismo
si yo trabajo todos los días”.
El
que tiene los ojos cerrados no se admite de derecha pero disfruta de ver las
plazas cercadas y pide mano dura. Nunca leyó una poesía ni le interesa saber de
qué se trata, le basta con ver la serie más popular de Netflix y postear alguna
palabra en las redes.
El
que tiene los ojos cerrados, se jacta de la vida feliz que tiene en su jaula
con aire acondicionado, de tener un sueldo a fin de mes en el trabajo más
aburrido del mundo pero bien pago y previsible.
El
que tiene los ojos cerrados, opina “son pobres porque quieren” cuando camina
por un barrio humilde.
El
que tiene los ojos cerrados, no ve sombras, ni matices, solo su propio párpado
cerrado.
El
que tiene los ojos cerrados, no siente sus lágrimas, agua ajena que cae en el
muro que no es lluvia, ni tiempo, ni ceniza.
El
que tiene los ojos cerrados, dibuja rejas porque la libertad le duele y piensa
que los pájaros encerrados desean estar allí.
Quienes tenemos los ojos abiertos vemos la realidad. Que nos duele. Sabemos que quien duerme en la calle no lo hace porque le gusta, sino porque no tiene trabajo ni techo. Quienes tenemos los ojos abiertos bregamos por recuperar la libertad tan ansiada. Quienes tenemos los ojos abiertos rejuntamos nuestros pesos para llegar a fin de mes. Quienes tenemos los ojos abiertos les tendemos nuestra mano a quien lo necesita. Quienes tenemos los ojos abiertos alimentamos cuerpo y espíritu: no solo de pan vive el hombre, sino que las artes también están presentes.
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