miércoles, 22 de agosto de 2018

JULIÁN AXAT Vamos a extrañar al Juez Luis Arias




VAMOS A EXTRAÑAR AL JUEZ ARIAS

     ¿Quién se hará cargo de toda injusticia en nuestra provincia, quién? Antes había un juez, un hombre que agrandó el traje de juez, pero que no usaba toga ni pompa leguleya, ni ostentaciones de ningún tipo. Ese hombre era una suerte de salvaguarda de última instancia, que ejercía el control axiológico contramayoritario que ordena la constitución, con absoluta independencia e imparcialidad. Grandísimo lector de Franz Kafka, como guardián de la ley, siempre abrió la puerta para que pasen los más débiles, nunca la cerró. Por eso el poder de turno nunca le perdonó jugarse por sus convicciones y defender a los oprimidos, en cada caso, en cada sentencia.

     Pero ese juez ya no está, fue destituido por el poder de turno, a través de un mecanismo inédito en el país: por el contenido de sus sentencias, por la ideología de sus actos, por cierto exceso ritual manifiesto por encima de los derechos que resguardaba.

     Simplemente “Luis”, el pueblo lo conocía de ese modo, el juez “Luis”. No conozco juez que se le parezca o esté a su altura. No conozco valentía similar. Su carácter receptivo, su escucha, solidaridad y entrega por los más humildes y vulnerados de esta sociedad hicieron que hasta último momento estuvieran a su lado.

     He visto a la gente llorar cuando se leía la sentencia que lo condenaba, he visto a sus  amigos del alma, sus hijos y a su esposa sostener ese cuerpo que no se cae, con el mismo orgullo de seguir y apelar hasta reparar; he visto a otros funcionarios judiciales más tibios, acompañarlo por lo bajo, con los ojos llenos de lágrimas, pero dispuestos a cargar en su soledad la misma impotencia como una cruz. Pero hay algo que no puedo olvidar, y es haber visto en los ojos del acusador estar cumpliendo un papel que –por momentos- ni él mismo se creía. Para un burócrata, un trabajo es un trabajo. Y un juez, es cualquier juez.

     El juez hace política con sus actos, no la niega, y ese fue el pecado que en el fondo se le atribuye a Arias. Como el Juez Blackstone, el Juez Marshall, figuras que analiza  Martha Nussbaum a los que llama “Jueces poetas”, que ya ni siquiera son meramente políticos. Dice la autora citando al poeta Walt Whitman que el “juez poeta” es un hombre ecuánime, la persona mejor dotada para otorgar a cada objeto o cualidad su justa proporción, el árbitro de lo diverso, igualador de su época y su tierra. No es pendencia, sino juicio, y no juzga como el juez burócrata, sino como el sol lamiendo una criatura indefensa.

     Juzgar como el sol lamiendo una criatura indefensa... Atreverse, ser uno de los pocos jueces que dicen “No”, en tiempos de retroceso de derechos. Ojalá no haya uno, sino dos, tres… muchos jueces así en nuestro país. Vamos a extrañar al Juez Luis Arias.

Julián Axat. Poeta, abogado y docente

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