VAMOS
A EXTRAÑAR AL JUEZ ARIAS
¿Quién
se hará cargo de toda injusticia en nuestra provincia, quién? Antes había un
juez, un hombre que agrandó el traje de juez, pero que no usaba toga ni pompa
leguleya, ni ostentaciones de ningún tipo. Ese hombre era una suerte de
salvaguarda de última instancia, que ejercía el control axiológico
contramayoritario que ordena la constitución, con absoluta independencia e
imparcialidad. Grandísimo lector de Franz Kafka, como guardián de la ley,
siempre abrió la puerta para que pasen los más débiles, nunca la cerró. Por eso
el poder de turno nunca le perdonó jugarse por sus convicciones y defender a
los oprimidos, en cada caso, en cada sentencia.
Pero ese juez ya no está, fue destituido
por el poder de turno, a través de un mecanismo inédito en el país: por el
contenido de sus sentencias, por la ideología de sus actos, por cierto exceso
ritual manifiesto por encima de los derechos que resguardaba.
Simplemente “Luis”, el pueblo lo conocía
de ese modo, el juez “Luis”. No conozco juez que se le parezca o esté a su
altura. No conozco valentía similar. Su carácter receptivo, su escucha,
solidaridad y entrega por los más humildes y vulnerados de esta sociedad
hicieron que hasta último momento estuvieran a su lado.
He visto a la gente llorar cuando se leía
la sentencia que lo condenaba, he visto a sus
amigos del alma, sus hijos y a su esposa sostener ese cuerpo que no se
cae, con el mismo orgullo de seguir y apelar hasta reparar; he visto a otros
funcionarios judiciales más tibios, acompañarlo por lo bajo, con los ojos
llenos de lágrimas, pero dispuestos a cargar en su soledad la misma impotencia
como una cruz. Pero hay algo que no puedo olvidar, y es haber visto en los ojos
del acusador estar cumpliendo un papel que –por momentos- ni él mismo se creía.
Para un burócrata, un trabajo es un trabajo. Y un juez, es cualquier juez.
El juez hace política con sus actos, no la
niega, y ese fue el pecado que en el fondo se le atribuye a Arias. Como el Juez
Blackstone, el Juez Marshall, figuras que analiza Martha Nussbaum a los que llama “Jueces poetas”,
que ya ni siquiera son meramente políticos. Dice la autora citando al poeta Walt
Whitman que el “juez poeta” es un hombre ecuánime, la persona mejor dotada para
otorgar a cada objeto o cualidad su justa proporción, el árbitro de lo diverso,
igualador de su época y su tierra. No es pendencia, sino juicio, y no juzga
como el juez burócrata, sino como el sol lamiendo una criatura indefensa.
Juzgar como el sol lamiendo una criatura
indefensa... Atreverse, ser uno de los pocos jueces que dicen “No”, en tiempos
de retroceso de derechos. Ojalá no haya uno, sino dos, tres… muchos jueces así
en nuestro país. Vamos a extrañar al Juez Luis Arias.
Julián Axat. Poeta, abogado y docente
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