Foto: Carlos Brigo |
LA GOBLALIZACIÓN
DE LA DESESPERANZA
(Fragmento)
La desesperación hace presa de muchos
hombres. Muchos se acercan a la parroquia y me dicen:
-Padre, yo no quiero robar. Ayúdeme por
favor, no tengo ni para la garrafa, hace frío, tengo un bebé.
¡Cuántos cientos de veces escucho esto!
Gracias a Dios siempre hay almas generosas dispuestas a socorrer, a dar la
mano. Siempre hay gente solidaria que comparte aún lo poco que tiene y juntos
nos ayudamos a ayudar.
(…) Siempre hay una salida. (…)
Esto es lo que tenemos tener siempre
presente, aún en medio de la desesperanza. Siempre hay salida. La vida es la
vida y, valga la paradoja, hay que defenderla a muerte.
La desesperación es un sentimiento que
se da con mayor facilidad entre las personas que conocieron otra manera de
vivir. El pobre de la villa siempre pichuleó, sabe rebuscársela y sabe hasta
ser feliz dentro de este sistema injusto. El caso típico de los que no se
adaptan a circunstancias de pobreza que no conocían es el de un pequeño
comerciante con su negocio en decadencia, fagocitado por los monstruosos
hipermercados locales, que vendía muy poco y no le alcanzaba para pagar los
gastos y además vivir. Para hacer frente a la situación decidió hipotecar su
casa y con ese dinero reacondicionar el negocio y comprar más mercadería con la
ilusión de mejorar sus ventas. Pero tampoco así vendía, la realidad es que no
hay un mango en la calle y nadie compra nada, los que compran algo buscan el
mejor precio que ofrecen los comercios masivos con los que él no puede
competir, no pudo levantar la hipoteca y terminó perdiendo la casa.
En la desesperación más de uno echa
mano a cualquier recurso. Me llaman para bendecir la casa, porque ven sombras
en la pared, porque creen que el demonio entró, porque todo les sale mal. No reflexionan,
se les cierra la mente. Como no tienen conciencia política de las decisiones
que toma nuestro gobierno, no piensan en la influencia de los grandes grupos
económicos, no se enteran que el FMI, un ídolo que reclama sangre humana, la de
los pobres, pide más y más ajustes, terminan creyéndose víctimas de espíritus
malignos. No los pueden corporizar en las macroestructura económicas que son en
realidad quienes están determinando sus vidas.
Falta conciencia política, y más de
una vez cuando intento hablar sobre el tema, no falta quien enojado me dice con
cierto orgullo “yo no me meto en política, la política nunca me dio nada”. Y yo
reflexiono por lo bajo “la política te sacó todo”.
Este sistema liberal ha minado la
esperanza de nuestra gente. Pues, como muy acertadamente lo definió el subcomandante
Marcos, “el liberalismo es la globalización de la desesperanza”. El capital se
concentra en unas pocas manos y como dice el Papa, “los ricos son cada vez más
ricos a costa de los pobres cada vez más pobres”.
(…) Vivimos en un sistema que se
define como cristiano y que comete la atrocidad de matar de hambre a millones
de hermanos para privilegiar a unos pocos elegidos. Que propone la salvación
individual olvidando los sentimientos más nobles del hombre, el amor y la
justicia. Recuerdo con emoción la oración de un maestro:
“Si yo falto al amor o si falto a la
justicia,
me separo infaliblemente de ti, Dios mío.
Y mi culto no es más que la idolatría.
Para creer en ti, necesito creer en el
amor
y en la justicia.
Y vale mucho más creer en estas cosas
que pronunciar tu nombre.
Fuera del amor y la justicia es
imposible
que yo pueda encontrarte alguna vez.”
A esta oración maravillosa sólo quiero
agregar una pequeña reflexión. Creer en el amor y la justicia significa
trabajar para lograrlos. Esa es la propuesta, ése es el gran desafío que hoy
tenemos que afrontar.
En
La mesa vacía. Desocupación y Pobreza en
la Argentina, Carlos Serrano Editor, Buenos Aires, 1996.
Padre
Luis Farinello (Villa Domínico, 8 de febrero de 1937 - Quilmes, provincia de
Buenos Aires, Argentina, 2 de junio de 2018).
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