viernes, 10 de junio de 2011

Asco


Con qué santo derecho

condenar a la víctima

del arrancado corazón,

desnuda desde sus muertos,

alzada en alma sobre sus muertos

en el violento no ser

ni estar en este mundo,

desgracia dada

desde un terror bendecido con lujuria

por señores de la guerra y de la ley.

Atropellado corazón, imán

de vida nueva, curtido

parche, golpeando desde entonces

todos los silencios,

todas las miserias,

del derecho torcido

y realmente existente,

con clara, violenta, purísima

imprecación,

con dolor concebida,

con mácula siniestra

terrestre y argentina.

Con qué divina

inmarcesible ley

ordenan a las víctimas

(en ancas siempre

sobre la yegua indómita

de la ausencia infinita)

abdicación y retirada,

inclemencia para su propio dolor,

si solo ofrecen

el júbilo oral y pestilente

de su propio lenguaje miserable,

la reiterada cantinela

de imbéciles de feria,

el gozo anal de acumular

banquetes de excrementos,

silencios y fortunas,

en el camastro del olvido.

Carlos Aprea

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